BILBAO - ¿Fue el lehendakari Aguirre tan apasionado por la política como para justificar el título de su investigación?

LUDGER MEES: La palabra pasión es clave para entender la biografía del primer lehendakari. En 1919 el sociólogo Max Weber explicó en una conferencia qué era para él un buen político y lo resumía en tres puntos: primero, mantener un equilibrio entre la ética de la convicción y los principios y la ética de la responsabilidad; segundo, la capacidad de poder analizar las cosas desde una cierta distancia; y tercero, una pasión racional, es decir, se tiene que llevar por la pasión pero siempre tamizado por la racionalidad y el realismo.

JOSÉ ANTONIO RODRÍGUEZ RANZ: Pasión como sinónimo de vida y de misión. De vida, porque la política no es una profesión, sino su vida. Podía haber sido abogado, gerente de su empresa familiar..., pero optó por la política como forma de vida. Y también pasión como sinónimo de misión, entendido como su vocación de llevar hasta el final el mandato derivado de la voluntad popular.

En el libro hay muchas referencias a la admiración que suscitaba Aguirre entre propios y extraños, aquí y allende las fronteras. ¿Es una cuestión de carisma?

JOSÉ LUIS DE LA GRANJA: Es un hombre de gran carisma. Desde el año 1931 se revela como un líder político muy carismático. Desde el primer momento, es un gran orador sobre todo en mítines, en los que exhibe mucho don de gentes. Pero ese carisma no se limitaba a los nacionalistas sino que se extendió entre otras fuerzas políticas. Esto se aprecia en su gobierno donde los consejeros nacionalistas que no eran de su partido como Nardiz (ANV), así como los no nacionalistas (socialistas, republicanos y comunistas) acaban todos siendo casi aguirristas, es decir, seguían ese liderazgo carismático de Aguirre, hasta el punto de que eso les llevó en algún caso a enfrentarse a sus propios partidos e incluso a ser expulsados.

Carisma y capacidad de atraer al otro y acordar con él. ¿Es difícil encontrar hoy un político que aúne estas cualidades?

SANTIAGO DE PABLO: Hoy en día la política es muy distinta a la de entonces, entre otras cosas porque hay televisión, internet y una tecnología muy potente que entonces no había. Se hace política por otros medios. En aquella época el carisma personal tenía mucho más peso que hoy, había menos intermediarios. Ahora la política se vive de otra manera, falta ese nivel y esa capacidad de llegar a acuerdos prácticamente con todo el mundo. Incluso en momentos en los que no tejió alianzas con sus oponentes políticos, no sembró odios. Eso se vio con claridad en el exilio: no ejerció desde el odio y la venganza.

J. A. R. R.: Su carisma personal tiene mucho que ver con la estrategia marcada para llevar a cabo su obra política. Aguirre pensaba que Franco solo podía caer si a Euskadi y España le apoyaban las democracias internacionales. Para eso tenía que haber una unidad antifranquista por parte de la oposición. Esta estrategia exigía intensas relaciones políticas con todo el espectro de la oposición antifranquista y relaciones políticas a nivel internacional.

¿La figura de Aguirre es suficientemente reconocida en la actualidad?

J. L. G.: Reconocida sí pero conocida no. A nivel institucional sí ha sido muy reconocida a través de homenajes, estatuas, placas... en su memoria. Pero de su vida se conocen determinados aspectos, algunos de ellos muy mitificados, pero otros no se conocen a fondo como pretendemos hacerlo con esta biografía.

L. M.: Nos chocó mucho el hecho de que un político tan importante en la historia de Euskadi, un político que tiene su reconocimiento institucional, en realidad es muy poco conocido en sus diferentes facetas de su vida política. No había hasta ahora una biografía académico-científica completa que cubriera desde un punto de vista crítico toda su trayectoria política.

J. A. R. R.: Queremos humanizar al personaje, despojarle del símbolo y del mito y presentarlo en toda su extensión, más allá del cliché y la simplificación Aguirre versus Estatuto de Estella-exilio-lehendakari. Humanizar quiere decir pasar del mito a la persona.

Una de las aportaciones más llamativas del libro es que Aguirre pudo llegar a ser incluso presidente del Gobierno español.

L. M.: Durante el exilio, en 1945, Aguirre contribuyó mucho a la creación de un gobierno unido en España, apoyado por los diferentes sectores del exilio. Irujo era entonces ministro del Gobierno español y Diego Martínez Barrio, presidente de la República. Cuando fracasó el segundo gobierno presidido por el socialista Llopis y Martínez Barrio está mirando qué persona, de entre todo el exilio, podría suscitar el apoyo unánime de todos los sectores entonces enfrentados y que no se ponen de acuerdo para seguir o no con el gobierno, plantea a Irujo el nombre de Aguirre, argumentando que es la única persona que podría levantar este gobierno. Sale su nombre como candidato a la presidencia del Gobierno español en el exilio. Irujo y, sobre todo, Aguirre reciben impresionados la información, pero Aguirre tiene bien claro que su mandato es liderar el Gobierno vasco en el exilio y que no puede abandonar su cargo de lehendakari. En el siguiente Gobierno español de nuevo aparece su nombre como candidato. No es una leyenda, es una realidad que refleja bien esa atracción que irradiaba su figura entre nacionalistas y no nacionalistas.

Uno de los aspectos que la historiografía no ha terminado de aclarar hace referencia a la posición del PNV y del propio Aguirre ante el Alzamiento del 17 de julio. ¿Tuvo dudas de a qué bando decantarse?

S. P.: No tenemos fuentes exactas, y las que conocemos nos llevan a descartar que tuviera dudas, pero sí que mantuvo la misma actitud que su partido. El PNV se encontraba en una situación muy complicada, entre otras cosas, porque no sabía qué iba a suceder después. Las dos posibilidades contempladas le parecían malas pues tenía que optar entre una dictadura militar centralista o una revolución anticlerical. Se produjo un momento de espera para ver si la solución se resolvía por sí sola y evitar una intervención o toma de decisión. Finalmente, el 19 de julio el PNV opta por la República pensando que es la única manera de lograr el Estatuto, como finalmente sucedió. Pero sí que sorprende que Aguirre, en unos momentos tan importantes del verano de 1936, está prácticamente desaparecido. Solo aparece públicamente para asistir a funerales y ya en septiembre, cuando empieza a moverse el acuerdo para que Irujo entre en el Gobierno español y se apruebe el Estatuto vasco, vuelve a recobrar el protagonismo que había tenido hasta dos meses antes. Esto revela que ese impasse fue muy difícil para el PNV, un momento de no entusiasmo por la República.

J. L. G.: El último artículo de Aguirre antes de la Guerra Civil publicado con pseudónimo en sus crónicas parlamentarias el 15 de julio de 1936 demuestra que no pensaba en absoluto, ya no que hubiera a haber una guerra, ni siquiera que se iba a producir un golpe militar. En el mitin que ofrece en las Encartaciones el 11 de julio todavía piensa y así lo escribe que el Estatuto se puede aprobar en Las Cortes antes de las vacaciones parlamentarias. Su obsesión por el Estatuto, por que se aprobase cuanto antes, hace que no se percate de la gravedad de la situación. No sé si, en parte, es por su optimismo innato, o porque estaba totalmente volcado en el Estatuto, que estaba al alcance de la mano. Quizás eso explica el silencio de Aguirre en el verano de 1936.

Se ha escrito mucho sobre la gran religiosidad de Aguirre, en su vida privada como en su obra política. ¿Reconocería ahora a su partido en este aspecto?

J.A. R. R.: Aguirre es hijo de su época y hay que situarlo en aquel contexto y no en el actual. Es un hombre religioso, bebe la religión en el hogar familiar, reza diariamente el rosario, estudia en el internado jesuita de Orduña y luego se licencia en Derecho en Deusto. Su objetivo final es una sociedad regida por los principios de la religión católica y esa sociedad para Dios. Es un hombre practicante. De rosario, misa y comunión diaria. Pero la religiosidad va más allá del púlpito y la sacristía. No es un religioso integrista, es un humanista cristiano, es decir, políticamente evoluciona hacia la democracia cristiana y da una importancia capital al principio de justicia social.

J. L. G.: Fue un católico militante, un propagandista católico. Eso es previo a su acción política. Para él, religión católica y nacionalismo vasco están totalmente unidos, no se pueden separar.

L. M.: Nunca llevó este hecho a unos extremos que pudiera obstaculizar el acuerdo con sus adversarios políticos. El catolicismo en Aguirre no fue obstáculo para hacer política y tejer alianzas con liberales o la izquierda. Eso revela su pragmatismo a la hora de hacer política.

El pragmatismo como uno de sus activos en política.

S. P.: La decisión de apoyar la República la tomó, y así lo dijo, como creyente, no a pesar de ser creyente. Dijo que se alineaba con la democracia porque era creyente, no a pesar de ello. Llegó incluso a referirse incluso al peligro de una dictadura católica.

Pragmático y sobre todo tenaz, como lo demostró durante el exilio con constantes vicisitudes en Europa primero y América después.

L. M.: Era un hombre que buscaba el activismo, que buscaba hacer las cosas. No le importaba tanto errar como no haber intentado abordar una vía de solución ante un problema. Esta característica natural le permitió seguir adelante después de haber recibido tantos golpes. No era un hombre que exteriorizaba su frustración tras ver que sus planes iban fracasando. Todo esto le fue minando su salud, pero no lo exteriorizaba porque era consciente de que era el líder.

Además de las virtudes aquí expresadas, Aguirre también cometió errores durante su trayectoria.

J. L. G.: Yo destacaría uno que luego rectificó: el intento de tener un Estatuto de Autonomía no republicano, casi antirrepublicano por clerical, en 1931. Eso le sirvió al PNV para atraerse a muchos católicos vascos que a priori no eran nacionalistas, pero políticamente, de cara a conseguir el objetivo del Estatuto, fue un error. Debido a ese error, se perdió un año y en 1932 se tuvo que empezar de cero para crear un estatuto constitucional republicano. Aguirre e Irujo se percataron enseguida de que por esa vía no iban a conseguir ese objetivo político y que había que rectificar, aun a costa de romper con sus aliados católicos, especialmente con los carlistas.

J. A. R. R.: Su estrategia básica fue pensar que con la victoria aliada, y caídos los regímenes totalitarios, caería también el régimen franquista. Pero no fue así, ya que la Guerra Fría y el anticomunismo hizo que Franco fuese rehabilitado internacionalmente, y el Concordato vaticano hizo que Franco saliese bajo palio. ¿Es eso un fracaso de su estrategia política? Aquí entra la dialéctica entre los límites de su acción política y las reglas de juego de un contexto que se va tornando desfavorable.

L. M.: En 1939, después de la derrota definitiva de la República, Aguirre y su partido consideran que PNV ya no tiene ningún vínculo con la República, los puentes se han roto y, por lo tanto, desarrolla una política distinta, más nacionalista, más radical. Esto conlleva exigir a los demás partidos una declaración de obediencia vasca, sobre todo dirigida al PSOE, con la exigencia de romper lazos orgánicos con los socialistas. Aguirre participa y lidera incluso esa estrategia de satirización de los demás partidos políticos vascos. Pero también entonces es capaz de rectificar y cambiar de rumbo, porque se da cuenta de que esta estrategia pone en riesgo la pervivencia de su gobierno, su unidad. Tras el Pacto de Baiona es capaz de llegar a unos acuerdos y recuperar la cohesión de su gobierno. Otro problema de Aguirre era la exagerada sobreestimación de su propia influencia y la creencia de que todos sus interlocutores tenían unos objetivos loables y buenos. Nardiz lo tildó como optimismo infantil. En el libro documentamos momentos en los que este optimismo le impide ver una realidad mucho más cruda, por ejemplo cuando en 1953 intenta justificar el acuerdo entre Estados Unidos y Madrid, en el que el veía que detrás de ese acuerdo había una jugada genial de Washington que acabaría derrumbando el régimen franquista.

S. P.: Su híper optimismo le llevaba a no ver realidades más que evidentes. Es un rasgo positivo de personalidad pero llevado al extremo le perjudicaba. Aunque es verdad que a veces ese optimismo era contagioso, como aparece en los informes del espionaje franquista sobre la Euskadi autónoma, que revelaban el ánimo que infundía Aguirre con su optimismo.

‘La política como pasión. El lehendakari José Antonio Aguirre (1904-1960)’. Editado por Tecnos, el libro recoge la investigación de cuatro historiadores que analizan los hitos más importantes de la biografía política del primer lehendakari. La obra de casi 700 páginas es el fruto de una investigación de diez años de trabajo investigador y consultas en numerosos archivos. Esboza la dimensión política del personaje pero despojada de la aureola y el mito que a veces le rodea y que impide verle en su complejidad. Arroja luz sobre un Aguirre más humano y poliédrico; con sus virtudes y también sus errores y fracasos, un hombre de estado no suficientemente reconocido.

Cuatro historiadores Además del personaje central del libro, uno de los activos de este trabajo es el mestizaje de los cuatro autores, lo que confiere a la obra una pluralidad de método, argumento y pensamiento que enriquece la investigación.