"Txarli es de esas personas que en un momento dado puede romper lo que parece que es la ortodoxia del funcionamiento y plantear otras cosas distintas; eso puede crear cierta incomodidad". En sus nueve años al frente del PSE alavés no ha dejado indiferente a nadie. Ha sabido granjearse amigos y enemigos, tanto dentro como fuera de su propio partido y ahora, en la renovación global a la que se ve sometida la formación socialista, le toca entonar el adiós. Será en septiembre, dentro de tres meses durante los que algunos de sus íntimos adversarios no dudan de que tratará de mover ficha para dejar encauzada una renovación continuista que tiene nombre y apellido: Cristina González, actual portavoz del PSE en las Juntas Generales de Álava y estrecha colaboradora de Prieto desde hace años.
La frase que encabeza estas líneas corresponde a un compañero de filas y amigo que defiende la "honestidad" del secretario general del PSE alavés en sus posicionamientos. "Podrás coincidir o no pero hay que reconocerle que es muy consecuente en la defensa de sus ideas y, además, lo argumenta", sostiene mientras insiste en la "incomodidad" que las formas e incluso el fondo de sus actuaciones pueden causar "entre otros portavoces políticos y a veces también dentro del partido".
La tormenta perfecta en la que se haya inmerso el PSOE desde las elecciones europeas no deja lugar a las dudas sobre la necesidad de un cambio. "Es el momento de ponerse a un lado y dejar paso, de dar la oportunidad a otras generaciones que en cualquier caso les iba a llegar", sostienen en el seno de la formación socialista.
El relevo que comenzó con Alfredo Pérez Rubalcaba y siguió con Patxi López ha descendido peldaños hasta engullir a los líderes territoriales en una marejada de la que hasta ahora solo parece haberse librado el secretario general de Gipuzkoa, Iñaki Arriola.
Bregado en el movimiento sindical, Juan Carlos Prieto (Gasteiz, 1957) ingresó en las filas socialistas de la mano de su amigo Santiago Carrillo allá por 1991. Desde abajo, conoció todos los escalones de la casa hasta lograr la confianza de Fernando Buesa y Javier Rojo, líderes del PSE alavés que le auparon a las primeras filas del partido.
El nombramiento de Rojo como presidente del Senado supuso una oportunidad de oro para que Prieto demostrara sus facultades a la hora de desenvolverse como líder eventual, una situación que se oficializó en 2005 con el 92% de los votos en el cónclave provincial.
El socialismo vivía entonces su mayor momento de esplendor desde el felipismo. El efecto Zapatero, tras su sorprendente victoria electoral de 2004, se propagó a todos los rincones del Estado y el PSE amplió su nicho de votos con la vista puesta en nuevos retos.
El estrecho margen que históricamente separa a los partidos en los comicios alaveses sembraba de optimismo la cita con las elecciones locales y forales de 2007. No era para menos. Patxi Lazcoz logró la Alcaldía de Vitoria y Txarli Prieto rozó el sillón foral. Durante las intensas negociaciones llegó a asegurar que contaba con los apoyos "suficientes" para ser diputado general. Pero un error de cálculo y la negativa del PP a recompensar el apoyo brindado a Ramón Rabanera en las legislaturas anteriores privaron a Prieto de la makila.
Dos años después renovó la confianza de los suyos y reiteró su condición de secretario general del PSE alavés con el 97,5% de los votos. Con un lehendakari socialista por primera vez en la historia, su partido mantenía el pulso ante el nacionalismo y se beneficiaba en las urnas de la ilegalización de las siglas abertzales. Todo ello, alimentado por la consolidación de la crisis, viró hacia el inicio de la debacle socialista que ha vivido su punto álgido en las últimas elecciones europeas.
La cuesta abajo particular de Prieto se cimentó en los comicios locales y forales de 2011. Al retroceso electoral se sumaron las voces críticas con la gestión del líder territorial y la aparición del sector renovador, que hace dos años dio un paso hacia adelante en la elección de delegados para participar en el congreso del PSOE.
Alejado de la portavocía de las Juntas Generales, responsabilidad que delegó en Cristina González, Prieto se centró en su labor de parlamentario vasco y fue elegido secretario general del Grupo Socialista. Se encargó de gestionar la intervención de cada aforado en la sesiones legislativas, cargo que hasta entonces había ocupado Oscar Rodríguez, uno de los referentes del sector crítico.
Su última reelección al frente del partido se produjo hace año y medio, con el edil gasteiztarra Juan Carlos Alonso como adversario de una lista alternativa y la Ejecutiva vasca alejada de la disputa. Prieto venció, pero sus apoyos cayeron hasta el 57,6%.
Renovadores Desde entonces, los críticos han ocupado un discreto segundo plano en la actualidad política que el desplome de las europeas ha reavivado. El nombre de Prieto vuelve a cobrar protagonismo en sus críticas y le echan en cara la falta de consenso a la hora de tomar decisiones y su forma "unilateral" de actuar, atendiendo solo a su criterio y al del férreo equipo del que se ha rodeado en su etapa final como secretario general. "En los últimos tres años no hemos tenido ni una llamada suya para tratar las cosas", apuntan los renovadores.
La ausencia de Prieto de la primera línea alavesa allana el camino de los críticos para buscar nuevas alternativas, aunque dudan de que el parlamentario deje la secretaría general sin intentar antes encauzar la sucesión. La animadversión generada desde que se descubrieron dos bloques diferenciados en el PSE alavés ha marcado un camino sin retorno que ninguna de las partes pone en duda. "Supongo que si tienes una buena relación con él se podrá trabajar a gusto, pero si no estás de acuerdo con sus planteamientos el trabajo se hace muy difícil", destacan.
En las demás bancadas, las sensaciones generadas por Prieto también son variadas. Algunos de sus compañeros de institución en su etapa de procurador en las Juntas recuerdan las "dificultades" para entenderse con él, mientras que también desde otras bancadas reconocen que a pesar de ser un dirigente "dialécticamente potente", una vez alcanzado un acuerdo cumplía lo pactado. "Siempre nos hemos entendido bien; probablemente porque ambos nos necesitábamos", destaca un exmiembro del Parlamento alavés.
Su condición de dirigente político también le ha llevado a declarar ante los tribunales. Hace un año lo hizo en calidad de testigo por el conocido como caso Tellería, una pieza derivada del caso De Miguel en la que Prieto se convirtió en improvisado protagonista al denunciar que la Ertzaintza le vigilaba a través de su propia escolta.
De momento, su futuro próximo pasa por mantener sus funciones en el Parlamento Vasco a la espera de conocer nuevo destino político. Su liderazgo en Álava será historia dentro de tres meses. "Evidentemente, habrá renovación", advierte.
Sindicalismo. Pasó dos décadas en CCOO, una militancia que combinó con su pertenencia al Partido Comunista.
Secretario general. El nombramiento de Javier Rojo como presidente del Senado le abrió las puertas al frente del PSE alavés, un camino que solventó con tres elecciones. Del 92% de los apoyos en 2005 pasó, ocho años después, al 57,6%.
Parlamento Vasco. Tras una primera etapa discreta, cobró mayor protagonismo a raíz de su nombramiento como secretario general del grupo. Ahora centrará en esta institución su actividad política.
Sucesión. La portavoz en las Juntas Generales, Cristina González, avalaría un relevo continuista, pero la división del PSE alavés siembra de incertidumbre el futuro al frente del partido.