- La aguda crisis que vive Irak se acercó ayer más hacia un conflicto sectario abierto, tras el llamamiento realizado por la máxima autoridad chií del país, el ayatolá Ali al Sistani, a la yihad contra los insurgentes suníes.
Después de que el primer ministro, Nuri al Maliki, instase esta semana a la movilización de los civiles, la arenga de Al Sistani -quien encarna sin duda la conciencia moral de la comunidad chií- corre el riesgo de abrir una nueva brecha entre las comunidades. "Los ciudadanos que puedan tomar las armas para luchar contra los terroristas tienen que presentarse como voluntarios en el Ejército para realizar este objetivo sagrado", dijo, en nombre del ayatolá, su representante Abdelmahdi Al Karbalai en el sermón del viernes.
El ayatolá interviene en contadas ocasiones en política, pero cuando lo hace suele desencadenar un terremoto. Por eso, el triunfalismo de Al Maliki al proclamar ayer en un comunicado que el Ejército ha recuperado la iniciativa contrastó vivamente con el tono catastrofista empleado por Al Sistani.
Nadie olvida aquí la desastrosa posguerra tras la invasión encabezada por Estados Unidos en 2003.
Las tensiones entre suníes y chiíes, soterradas bajo la dictadura de Sadam Husein (1979-2003), estallaron en los años posteriores a la ocupación, alcanzando el paroxismo tras el estallido de una bomba en 2005 en el minarete de la gran mezquita de Samarra, uno de los templos más sagrados para el chiísmo.
El baño de sangre de aquellos años, en los que también fueron duramente golpeadas las tropas estadounidenses, vuelve ahora a la memoria de los iraquíes, sacudidos por las amenazas del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) de que destruirán los principales santuarios chiíes.
Tras la pérdida de Mosul -segunda ciudad del país- y de Tikrit -cuna de Sadam- a manos del EIIL, y de la ciudad petrolera de Kirkuk, que ha pasado a control kurdo, el Gobierno central trata de contener el avance de los rebeldes suníes hacia la capital.
Al Maliki visitó ayer Samarra, unos 120 kilómetros al norte de Bagdad, donde preparó junto al gobernador de la provincia de Saladino, Ahmed al Yaburi, y responsables locales la estrategia contra los yihadistas y sus aliados, entre los que figuran antiguos leales al partido Baaz de Sadam Husein.
Los bombardeos de la aviación iraquí sobre dos mezquitas en las ciudades de Biyi y Tikrit, en esa misma provincia, causaron la muerte de al menos 33 personas y heridas a otras. En el ataque sobre la mezquita de Al Fatah, en Biyi, murieron al menos 30 personas, mientras que otras tres fallecieron por el bombardeo contra la Gran Mezquita de Tikrit. En ambos templos se encontraban retenidos por el EIIL decenas de miembros del Ejército iraquí, por lo que la mayoría de las bajas fueron soldados gubernamentales.
Dentro de la estrategia de las autoridades, cobra especial relevancia cómo tratarán las Fuerzas Armadas de recuperar Mosul. Según reveló un miembro de la Comisión de Defensa en el Parlamento, Amar Taama, el Ejército se prepara para lanzar en próximos días una guerra de guerrillas para retomar el control de la principal ciudad septentrional. Taama aseguró que cientos de miles de voluntarios acudieron a los centros de reclutamiento para adherirse al Ejército en diferentes provincias, y admitió que algunos "jóvenes engañados" en las zonas conflictivas prefirieron luchar al lado de los insurgentes. Explicó que se hará una selección entre los voluntarios para formar un cuerpo de elite equipado con armamento moderno para proteger las instalaciones petroleras y los santuarios chiíes, amenazados por grupos radicales.
Por su parte, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) denunció ayer que más de 300.000 personas, que han huido de la violencia de esta semana pasada en Mosul, han buscado refugio en las provincias de Erbil y Duhok, en la región del Kurdistán iraquí. - Efe/E.P.