Bilbao - A pesar de que Patxi López vaya a soltar las riendas del PSE en septiembre, jeltzales y socialistas mantienen en pie su pacto global y siguen gestionando sus compromisos. Según ha podido saber este diario, hoy mismo podría reunirse la comisión de seguimiento aprovechando la celebración del Pleno semanal del Parlamento, una convocatoria que reclamó el socialismo antes de las elecciones europeas y que, por lo tanto, no guarda relación con la crisis abierta en el PSE y no está concebida para suponer un antes y después.

Se ha planteado desde la normalidad, después de que el socialismo denunciara retrasos en los compromisos, y será una cita discreta. Anteayer se cumplió un año del arranque de las conversaciones que desembocarían en el pacto y en la aprobación de las Cuentas vigentes, pero a nadie se le escapa que el aniversario llega en un contexto de incertidumbre y cambios en el PSE tras una nueva debacle electoral en las europeas, ya que López ha convocado un Congreso Extraordinario en septiembre para que designe a su sucesor. Sin embargo, fuentes socialistas explican a este periódico que el cambio en la Ejecutiva no condicionará la continuidad del pacto con el PNV.

En concreto, al preguntar si el acuerdo seguirá o no con un nuevo equipo socialista, desde el PSE respondieron a este periódico que la disyuntiva no se sitúa en esos términos. La continuidad no dependerá de quién dirija el partido. No obstante, reconocen que septiembre sí será un mes decisivo, pero no porque sea la fecha escogida para el Congreso Extraordinario, sino porque será entonces cuando arranquen las negociaciones presupuestarias para el próximo año. En ese momento y en el marco de esas conversaciones, el socialismo evaluará la utilidad del pacto, verá "si sirve a los intereses del país", vigilará que el Gobierno incorpore a las Cuentas los compromisos pactados, y examinará el grado de cumplimiento del acuerdo.

Un planteamiento que no se aleja demasiado de la práctica del PSE en los últimos meses: ha planteado el pacto con el PNV como algo vivo, susceptible de evaluación periódica. En septiembre del pasado año, cuando las conversaciones cuajaron en la firma de un pacto global, los firmantes explicaron que los contenidos deberían tener un reflejo en los actuales Presupuestos, lo que allanó el apoyo socialista y evitó una segunda prórroga. El acuerdo incluye compromisos plurianuales hasta 2016, el mismísimo final de la legislatura, lo que supondría mantener engrasado el canal de comunicación entre ambos partidos hasta que culmine el mandato de Urkullu. Sin embargo, el PSE siempre ha huido de referirse al acuerdo como un pacto de legislatura y no ha querido figurar atado de manos o ver limitada su capacidad de oposición, dejando claro que el pacto no compromete automáticamente su apoyo a todas las Cuentas, sino que habrá que ir negociando año por año. De hecho, y sobre todo en los últimos meses, se ha mostrado muy severo con el PNV vigilando el grado de cumplimiento del acuerdo.

Desde el PSE aseguran a este periódico que, por el momento, "habrá una continuidad con los compromisos", con independencia de que vayan a mostrarse críticos y a exigir al Gobierno que cumpla lo pactado con celeridad. No obstante, las mismas fuentes sí reconocen que la nueva Ejecutiva que asuma la dirección en septiembre también tendrá algo que decir, y le corresponderá "ver si el pacto se está cumpliendo o no". Ese dato, unido a la negociación presupuestaria que arrancará ese mismo mes, hace que el partido haya fijado septiembre como "momento de evaluación del acuerdo". En cualquier caso, insisten en que su vigencia no dependerá de la marcha de López. "No es un pacto de partido. Es un pacto de país", recalcan.

EL PACTO Hace un año, PNV y PSE decidieron aparcar su enfrentamiento y sentarse a negociar un pacto sobre fiscalidad y fraude, reactivación, políticas públicas y revisión de la arquitectura institucional. Un acuerdo con compromisos que se extendían hasta 2016, que dotaría de estabilidad al Gobierno, y que espantaría el fantasma de una segunda prórroga presupuestaria, que hubiera abocado al lehendakari a convocar un adelanto electoral. El PSE, que no gobierna ninguna diputación ni capital, y que ha visto reducido su poder institucional a ocho ayuntamientos, recuperaba la centralidad y se garantizaba una importante dosis de relevancia política en su control a la labor del Ejecutivo. Sumaron al PP al apartado fiscal, y EH Bildu no quiso entrar.