y de repente, llovieron votos. En tromba. Más de un millón de papeletas con el rostro de un joven profesor de universitario impreso anegó las urnas. Un fenómeno sin parangón por único e inédito. Sorprendente. La tormenta Podemos. Ese fue el descorche, la espuma de champán, el hito, pero ¿cómo se originó semejante descarga?, ¿cuál ha sido el secreto del partido que no es partido? "Su resultado responde a la acumulación de varios factores", invocan Luis Arroyo y Mikel Cabello, expertos en comunicación política. Algo así como estar en el lugar adecuado en el momento justo. Aunque no solo eso. "Han demostrado gran inteligencia. Las ocasiones las pintan calvas. Han aprovechado esta y ahora tienen las puertas abiertas para hacer política", apunta Cabello. "Han sabido coger una ola tremenda de orfandad que había en la izquierda y la han explotado de maravilla. Han tenido el don de la oportunidad", desglosa Arroyo, que estima que la campaña, al menos entendida desde el prisma tradicional, "ha sido prácticamente inexistente".
Limitadísimo en lo económico, -la campaña costó 110.000 euros- el movimiento Podemos se agarró a la oportunidad: unas elecciones europeas -"donde resulta más fácil sobresalir", aclaran los expertos- y a un binomio ganador: televisión y redes sociales. "Esa combinación es muy poderosa si se desarrolla bien", dice Cabello. "Es el claro ejemplo de cómo la difusión televisiva refuerza el efecto en las redes sociales", indica el analista. El efecto televisivo no ha sido casual. Pablo Iglesias y su equipo, todos del ámbito académico, estudiosos de los resortes de la política, lo buscaban desde hacía meses, sabedores de su incuestionable potencial. "Dame tres minutos en prime-time", resume Arroyo. El líder de la formación -"un líder único, inequívoco, otro de sus aciertos", destaca el analista- se inició en teles locales, como en Tele K, de Vallecas, su barrio, al tiempo que desarrollaba su personaje televisivo desde su programa, La Tuerka en Internet, donde retaba a los tertulianos de El Gato al Agua, el programa estrella de Intereconomía.
Hace poco más de un año, en Intereconomía mordieron el anzuelo. Pablo Iglesias fue invitado al espacio de cabecera de la derecha más rancia. Al contrario de lo que muchos creían, sobre todo en la cadena, el profesor universitario no solo no fue despellejado en directo sino que fue él quién derrotó uno tras otro a sus oponentes con la esgrima dialéctica que maneja con enorme solvencia. A partir de entonces se convirtió en un fenómeno viral. Sus intervenciones, perfectamente planificadas, fogueado como estaba en el activismo, le convirtieron en un tertuliano político perfecto: fresco, rupturista en el discurso, coherente en sus postulados, educado, carismático y que no eludía el cuerpo a cuerpo. Inmediatamente, las cadenas, abonadas al debate político a modo de espectáculo, lo querían en sus debates. Pablo Iglesias se alistó a todos los programas que pudo. En su formación sabían del filón que suponía la televisión, la posibilidad de llegar a millones de personas, el altavoz perfecto. "Han sido plenamente conscientes de la importancia de la imagen televisiva desde el momento en el que en la papeleta de voto no había ningún logo al uso sino la imagen reconocible de Pablo Iglesias".
Un discurso "potente" Omnipresente en televisión, con millares de seguidores en las redes sociales, -"muchos más de los que podía tener cualquier otro candidato que se presentó a las elecciones", explica Mikel Cabello-, Pablo Iglesias se convirtió en un personaje imprescindible Era la contraposición, el adversario de contertulios como Paco Marhuenda o Eduardo Inda", alude Arroyo. Desde el púlpito televisivo, discutiendo con unos y con otros, su figura se fue agigantando y lanzó un mensaje "nítido, sin ambigüedades" que, en medio de la crisis, entre la zozobra de los recortes sociales y la penuria de muchos, fue abriéndose paso en el sustrato de la sociedad, cada vez más castigada en lo económico y más hastiada de "los de arriba". En lugar del centrase en el eje izquierda-derecha, en Podemos el eje es "arriba y abajo. La idea de David contra Goliat", afirma Arroyo.
"Su discurso está basado en la falta de legitimidad real de los políticos (casta política) que pueden tomar decisiones a gran nivel relacionadas con la existencia de paraísos fiscales, corrupción estructural, sistema financiero?", radiografía Cabello. El ataque a la "casta política que no a los que hacen política, que él tan bien a diferenciado", indica el experto, le situaron como un referente, "una bocanada de aire fresco, de ilusión para una parte de electorado", alguien que decía lo que muchos pensaban con la ventaja de que llegaba a millones de votantes potenciales. Considera Luis Arroyo que "el relato está muy bien construido. El discurso es coherente, estimulante y emocionante, se centra en ir contra los de arriba, contra el gigante, contra la casta y la banca. Identificó muy bien quién era el enemigo a batir". Políticamente "el discurso es potente", añade Mikel Cabello. La conjunción de todos esos factores alimentaron la tormenta perfecta.