Bilbao - Las jornadas de trabajo desarrolladas por Agirre Lehendakaria Center se han centrado en el caso vasco: la transformación sufrida por la sociedad vasca en un contexto de gran dificultad.
¿De dónde procede su interés por el 'caso vasco'?
-No sabía casi nada del País Vasco hasta que tuve que dirigir un proyecto europeo llamado Innovación y Sostenibilidad al que invitamos al lehendakari Ibarretxe. Presentó su interpretación sobre algunos de los cambios que se estaban produciendo y acabé convencido de que tenía que entender su discurso e incluso tomarlo como modelo.
¿Qué lecciones ofrece el modelo de desarrollo vasco?
-La lección más importante es construir procesos que calen en la sociedad, que impliquen a la gente hasta el nivel de cada pueblo, cada barrio. De modo que las experiencias y los valores emerjan, se unan y en el proceso se desarrolle una identidad colectiva que pueda expresar las aspiraciones y valores de toda una comunidad. Y después canalizarlos en acciones concretas. Todo esto al margen o incluso de forma contraria al sistema político, apelando directamente al deseo de la gente de cambio social.
¿Cuáles son sus beneficios?
-Este proceso tiene que reemplazar al sistema en el que las prioridades se deciden desde los niveles más altos, como la Comisión Europea, pasando a los gobiernos nacionales que después traducen estas ideas en políticas.
¿Hasta qué punto la violencia ha obstaculizado este desarrollo?
-Una de las lecciones de la experiencia vasca es que una parte constructiva del proceso podría servir de modelo para lo que llamamos desarrollo local basado en la identidad sin necesidad de la violencia como catalizador.
¿Ha valorado el papel de la diáspora en este proceso?
-No, pero diría que no han sido parte del proceso del que estamos hablando. Son vascos por descendencia, y es difícil decir si son miembros de la comunidad vasca, de la comunidad que ha pasado por esa experiencia.
Como ciudadano de EEUU, ¿qué opinión le merece una identidad tan particular como la vasca?
-Hay un aspecto de la experiencia vasca con el que me puedo identificar desde un punto de vista diferente, ya que tengo ascendencia judía. Y puedo entender lo que significa la idea de personas o pueblos sin estado, tener una identidad a través del tiempo que no desaparece. Pero esa gente -el pueblo judío- no tenía un estado y ahora que lo tienen no se están comportando bien.
¿Cree que esto podría suceder en el caso del País Vasco?
-No, porque si los vascos tuvieran un estado, sería en el lugar geográfico en el que siempre han vivido. Me puedo identificar con parte de la experiencia de ser un pueblo con un lugar geográfico pero sin estado. Por ejemplo, nunca me he sentido muy americano. Me siento más italiano. Pero nunca sabré lo que se siente al ser parte de un pueblo, con un idioma, un lugar geográfico? y saber que la posibilidad de determinar su destino colectivo no es solo suya. Eso es lo que creo que es único del caso vasco.
¿Qué papel juegan las instituciones, la autonomía?
-Hasta lo que entiendo y conozco, la autonomía produce verdaderos beneficios sociales, económicos y culturales.
El modelo vasco, ¿supone una mayor garantía contra la crisis?
-No, la crisis económica viene de fuera, ha sido un fenómeno global. Tengo la sospecha de que, a causa de la experiencia de los vascos, les va a ser posible reaccionar a la crisis de manera más creativa y constructiva que otros territorios de Europa.