Las des marcan la agenda económica, y vocablos como déficit, desempleo, deflación o deuda son algunas de las palabras más repetidas durante esta campaña en el viejo continente. La economía y sobre todo las políticas económicas centran buena parte del debate sobre el modelo europeo que proponen unos y otros. No es nuevo. En los últimos cinco años la economía ha fijado la agenda de las instituciones europeas, que han ido ganando peso. La Unión Europea no es la misma de 2009.

La tormenta iniciado en 2008 en Estados Unidos fue arrasando todo a su paso y acabó centrándose en Europa dos años después. La D de deuda concentró entonces las miradas. La D de déficit pasó a ser la gran obsesión, y con ella llegaron los ajustes y recortes. Reformas estructurales en el argot de los dirigentes europeos. "Todos los países se han empeñado en una corrección rápida del déficit, que es lo que ha provocado un agravamiento de la crisis en Europa", señala Francisco Rodríguez, profesor de Economía de la Universidad de Deusto, quien estima que "los gobiernos han aprovechado la crisis para culminar unas reformas que ya iniciaron en los años 80".

La economía y su lenguaje han pasado al primer plano cotidiano. Los ciudadanos se han acostumbrado a estar bajo la lupa de los informes macroeconómicos, a escuchar una y otra vez las recomendaciones de la troika. La Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional se han erigido en los nuevos gobernantes, poniendo en la picota las soberanías democráticas. Incluso poniendo y quitando gobiernos a dedo. Las necesidades económicas -dictadas por unos- sobre la voluntad del pueblo. "Podemos añadir a la lista la D de desestabilización democrática. Se han llevado por delante la propia voluntad popular en países como Grecia o Italia", incide al respecto Joaquín Arriola, profesor de Economía política en la Universidad del País Vasco.

"Hay un juego perverso entre las instituciones europeas y los gobiernos para saber dónde radica la responsabilidad última de unas políticas que han demostrado estar equivocadas, por los resultados. España ha tenido once trimestres consecutivos de recesión de la cual sale ahora", señala Rodríguez. "Los gobiernos han usado como chivo expiatorio a las instituciones europeas que no tienen tanto poder para emprender unas reformas que ellos querían llevar a cabo antes, como la reforma de las pensiones o la reforma laboral", teoriza.

"Toda la política económica, en particular para los países rescatados con fondos públicos aunque no solo para estos, se ha establecido desde Bruselas y eso va mucho más allá de lo que establece el tratado constitucional" apunta Arriola. "El tratado de Lisboa es papel mojado", insiste, "los intereses de unos países han primado sobre los que estaban en crisis".

D de deuda La gran deuda que soportan todos los países del euro se ha tratado de forma desigual. Los Estados miembro de la Unión están divididos en dos: los deudores y los acreedores. Los primeros se han sometido a los mandatos de los segundos, órdenes que han llegado desde las instituciones europeas. Los denominados países PIGS -palabra que incluye sus iniciales, significa peyorativamente cerdos en inglés y engloba a Portugal, Irlanda, Grecia y España- han sido rescatados en estos años. Pero la mano tendida de quienes se autoproclamaban salvadores se ha tornado en una mano al cuello que asfixia a los peor parados por la crisis que comenzó hace seis años: pobres y clase media.

El resultado de todo ello es una devaluación interna de quienes vivieron por encima de sus posibilidades según sus acreedores, los países del norte de la Europa de la dos velocidades con Alemania a la cabeza. La sombra de su canciller, Angela Merkel, se presume larga en las reuniones para la toma de decisiones que se han desarrollado en los últimos cinco años y en las que próximamente tendrán lugar en las instituciones europeas.

"Las encuestas anuncian que puede haber un cambio de mayorías relativo en el Parlamento Europeo pero no va a cambiar nada porque Alemania mantiene el consenso en torno a las políticas de ajuste, en torno a la idea de que quienes tienen que pagar son los deudores", afirma rotundo Joaquín Arriola. "Europa no es la suma de las voluntades de los ciudadanos ni la suma de las voluntades de los gobiernos representantes de los ciudadanos. Europa está desarrollando sus políticas en función de los intereses particulares, de grupos de presión como el capital financiero, o de algunos países concretos".

"Europa respondió desde el principio muy mal a la crisis mal llamada de la deuda", señala el profesor Rodríguez. "El déficit y la deuda no solo no han sido los causantes de la crisis, sino que ello deriva de la necesidad de la regulación macroeconómica, de la necesidad de intervención del Estado en la fase más álgida del ciclo", puntualiza. "Los Estados dependen de los mercados para financiarse. Más aún cuando en Europa se le prohíbe al BCE, en contra de lo que pasa en EE.UU, Reino Unido, o Japón con sus bancos centrales, comprar deuda pública, lo que se llama la monetización de la deuda. Se le prohíbe actuar como prestamista de último recurso. Aquí lo único que queda es el mercado, un mercado que te penaliza si cree que eres débil. Eso es lo que ha pasado con los países periféricos", explica. Su homólogo en la UPV-EHU añade que "la Unión Europea ha ido más allá de lo que establece la legislación", los tratados comunitarios. "Ha ido más allá con el objetivo principal de salvar a los bancos, a los banqueros, y en definitiva a los acreedores, lo que es una incoherencia".

D de desafíos La Unión Europea y la eurozona afrontan la que parece será la salida de la crisis -tal vez definitiva-, pero lo hacen a un ritmo pausado, demasiado lento para los millones de damnificados que han quedado por el camino. La travesía será áspera, con auténticas moles por escalar y la letra D como protagonista de nuevo.

El próximo presidente de la Comisión Europea, previsiblemente Jean-Claude Juncker o Martin Schulz, los dos grandes aspirantes, tendrá que enfrentarse a desafíos, viejos o nuevos, aún por superar. Las des de desempleo, deflación o déficit marcarán el ritmo.

La tasa del paro en la UE alcanza ya el 10,5%, con un comportamiento muy desigual. Las políticas activas que se puedan impulsar desde Europa tendrán un protagonismo trascendental. El crecimiento económico que a medio plazo se prevé en Europa, y en los países periféricos especialmente, será todavía lento, demasiado como para que se empiece a generar empleo de forma palpable. Quizá sea el mayor reto para la Unión en materia económica.

El gasto excesivo sobre los ingresos no acaba de contenerse. Contener el déficit, que engorda la deuda pública, sigue siendo prioritario. En 2013 se contuvo al 2,6% en la eurozona y al 3,1% en el conjunto de la UE. Pero es insuficiente porque hay países -y no solo los PIGS- que siguen sin controlar su gasto. El ejemplo más claro es Francia, que ha presentado recientemente un doloroso plan de ajuste para miles de franceses, congelando pensiones, salarios y prestaciones. Para el profesor de Economía de Deusto, Francisco Rodríguez, "es aberrante que porque tenga tres décimas más respecto a lo que se había comprometido se introduzca en un plan de ajuste bastante brusco en tres años, de 50.000 millones de euros que veremos qué efectos surte".

La D de desafío también incluye la D de deflación. Los precios no engordan como le gustaría a la eurozona, o mejor expresado, a su policía, el Banco Central Europeo. Aspira a que la inflación roce el 2% pero apenas se sitúa en el 0,5% y hay países que ya están en deflación. Una situación que solo agravaría los problemas económicos. Por ahora la única medida que ha tomado el presidente del BCE, Mario Draghi, es anunciar que baraja activar medidas no convencionales para evitar la caída general de precios en la eurozona.

"En España podemos añadir una D más, la de debilidad. Se habla de recuperación pero se trata de una estabilización de una economía enferma hacia un no agravamiento, pero no hay mejora", culmina Arriola.