Bilbao - El prestigioso jurista y expolítico Antonio Garrigues Walker preside el mayor despacho de abogados de Europa. Político de renombre durante la Transición con el extinto Partido Demócrata Liberal (PDL) y dotado de un extenso currículum académico, su larga trayectoria política e intelectual es un aval a la hora de repasar la actualidad.

¿La crisis afecta a la justicia?

En una crisis global como esta la justicia está sufriendo, como todos los estamentos de la sociedad. El problema está en que es ahora cuando la justicia tiene que cumplir un papel más completo. Hay críticas, pero creo que es un estamento muy digno. Aún así, todos debemos hacer una reflexión.

¿La política debería de hacerlo?

Debe revisar su protagonismo en la sociedad. Nadie duda de que ha sufrido un descenso vertiginosos en su credibilidad, pero mi preocupación es que no podemos estar descalificándolo permanentemente. Pero debe de dar un giro brusco para recuperar la cercanía al ciudadanía.

Participó activamente en la Transición. ¿La democracia se ha consolidado o aún hace falta fortalecerla?

No tengo ningún miedo a que perdamos ese valor consolidado. El país se ha enriquecido democráticamente y sociológicamente de una manera admirable, y eso lo mantenemos. ¿Qué tenemos problemas? Sí. ¿Qué son serios? Lo son. España no es el mejor país del mundo; tampoco el peor. Pero tras el esfuerzo que ha hecho la ciudadanía en la crisis, por ejemplo, estamos en una mejor posición que la gran mayoría de países europeos para vivir un periodo de crecimiento más intenso y sostenido. La imagen de España ha cambiado.

En la Transición se sentaron las bases de la estructura del Estado. ¿Cómo las ve hoy en día?

Tiene problemas, lo cual no le quita ningún mérito a la Constitución. Nos ha permitido convivir en paz mucho tiempo. Hay quien tiene miedo a cambiar, pero estamos en una época de cambios en la que hay que perder ese temor. Es verdad que las constituciones tan solo pueden cambiarse en un clima de consenso. Abrir el melón de la Constitución sin el menor consenso y en un estado de tirantez permanente sería peligroso.

¿Podría darse una modificación de calado de la Carta Magna?

Las constituciones se pueden modificar pero hay que hacerlo con prudencia y sosiego. Ha tenido un papel importantísimo y ahí está su valor. Si es necesario cambiarla habrá que cambiarla, pero no participo de la gente que intenta denigrarla, porque creo que fue una herramienta que obtuvo un grado de consenso admirable.

Catalunya lleva años demandando un nuevo Estatut y ahora incluso se plantean romper con el Estado.

Se ha establecido un dialogo muy pobre y de máximos: blanco o negro, todo o nada. Lo primer que hace falta es diálogo. El tema del modelo territorial y el tema catalán se resolverá de forma pacífica y democrática. Pero también digo que la posibilidad de que haya una declaración unilateral de independencia es mínima. Lo que critico, sobre todo, es que de vez en cuando la política piense que la ciudadanía carece de inteligencia. La sociedad catalana no tiene nada de aventurera ni loca; es responsable.

Pero es un territorio histórico que tienen su propia identidad.

Admiro y envidio la pasión identitaria que hay en Cataluña, igual que en el País Vasco. Lo primero que hay que asumir y entender es que existe esa pasión identitaria. No podemos olvidarlo ni negarlo; es una realidad.

Por lo tanto, ¿resultaría necesario volver a tender puentes al diálogo?

Tenemos que aceptar que los problemas de los planteamientos nacionalistas nunca se acaban de resolver del todo, siempre permanecen y vienen de décadas atrás. En cambio podemos establecer fórmulas de convivencia, como la Constitución. Ahora tendremos que buscar una solución que nos permita seguir viviendo de una manera razonable. E insisto, la negociación y el diálogo es vital.

En Euskadi también se busca actualizar el autogobierno. ¿Qué opina del proceso abierto?

Ni me inquieta ni me preocupa, me parece lógico. Insisto, a los nacionalismos hay que mirarlos con simpatía e inteligencia. Creo que el arreglo autonómico español, al margen del café para todos, ha sido positivo para todas las comunidades. Es decir, que todas las comunidades aspiran a tener un autogobierno, lo cual es lógico y perfectamente comprensible.

¿Se podría buscar un encaje a estas peticiones en la Constitución?

No tomo partido si se debe de hacer o no a través de una Constitución. No tengo miedo a afrontar un cambio constitucional. Lo que sí creo es que abrir un cambio constitucional en un clima de tirantez y de tensiones tremendas es ignorar los riesgos mínimo.