En su época como ministro, Claude Guéant fue un adicto a las polémicas racistas. Desde de su privilegiada tribuna lanzaba frases como la de que "conceder el derecho a votar a los extranjeros podría aumentar la imposición de normas musulmanas en Francia". Toda una declaración de principios de la más rancia y xenófoba ultraderecha con la que pretendía coquetear el propio Sarkozy. Pero lejos de quedarse ahí, abrazó el esperpento para ir todavía más allá. "No queremos que consejeros extranjeros nos obliguen a consumir alimentos halal -permitidos por el islam- o regulen las piscinas mixtas".

Guéant llegó incluso a echar mano del tan arcaico como populista argumento de que se debería restringir la inmigración laboral porque en Francia "ya hay 2,6 millones de desempleados. No vale la pena hacer venir a extranjeros para que se conviertan en parados", argumentaba. Pero no solo no quería que entraran, sino que trazó un plan para expulsar a 28.000 en un año. En su acercamiento a la ultraderecha, Sarkozy no condenó este tipo de comentarios y si estuvieron juntos en aquella delirante política xenófoba, ahora expresidente y exministro han paseado por los tribunales dentro de la maraña del caso Bernard Tapie y el caso Bettencourt.