¿Tienen los últimos actos violentos un cariz episódico?
Evidencian una situación de intolerancia extrema y criminal que venimos denunciando desde hace años y no se ha querido reconocer su existencia, lo que añade un problema: la sociedad no se ha preparado para defenderse de organizaciones racistas de corte xenófobo. El error está en que las instituciones se han negado a señalarlos hasta ahora.
¿Están controlados o contabilizados?
Quien diga que controla un proceso en el que participan miles de personas, no sabe lo que dice. La ultraderecha tiene distintas manifestaciones: neofascistas, nazis, identitarios y populistas. Confluyen estimulados por el éxito en varios países del continente y por la proximidad de una elecciones europeas, aunque no quieren gestionar las instituciones sino tomar la calle y provocar una desestabilización al máximo nivel.
Sin embargo, trasladan la sensación de querer concentrarse.
Hay una nueva ultraderecha que surge en los años 90 con planteamientos contrarios a la diversidad del Estado español en cuanto a las diferencias de sus comunidades. Son contrarios a la diversidad social, religiosa e inmigrante. Dos décadas después se encuentran que tienen ante sí una gran oportunidad por la crisis económica, política e institucional en toda Europa, con el estímulo de su ascenso en Grecia, Hungría, Austria o Francia. Lo que buscan es mostrar su presencia activa, poderosa y arrogante.
El cierre en falso de la Transición no parece haber ayudado.
Sin ninguna duda. Mirar hacia otro lado ha resultado contraproducente. El déficit educativo en una memoria histórica crítica y democrática, que rechazara la dictadura, el nazismo, y todos sus perjuicios, impide construir una verdadera democracia. Para eso, hay que ser plenamente consciente de la gran tragedia que supuso ese periodo histórico, evocar a las víctimas del holocausto y de la dictadura franquista. Sin eso, los jóvenes y la sociedad están indefensos. Los partidos no han ayudado y deberían reconocer su error. Hay muchas víctimas sin reparación que aún siguen sufriendo, con muertos desperdigados. La historia no se cierra pasando página y los partidos tienen esa asignatura pendiente.
Alemania no deja de trabajar en una ley contra el nazismo.
Es el ejemplo a seguir. Una derecha activa contra el nazismo. La propia Merkel, en campaña, rindió homenaje a las víctimas del holocausto en campos de exterminio y ella misma ha impulsado la ilegalización de la ultraderecha encabezando manifestaciones. Ha planteado que es una vergüenza para su país las conexiones entre los grupos neonazis y las fuerzas de seguridad. Seguir la pauta de esta derecha democrática sería un paso de gigante. Sería importante la reforma del Código Penal, ajustadísima eso sí a la realidad del problema. El articulado marcha en buena dirección pero tiene déficit en el proyecto de reforma. En Alemania la simbología nazi y fascista está prohibida, y aquí se airea. Uno de los grandes peligros que vemos está en Internet, con más de 1.500 sitios donde se estimula todo esto. Pero es más, hay una ley contra el racismo en el deporte que no se ejecuta, ya que no hay semana que no se exhiban estos símbolos en campos de fútbol sin que los clubes hagan nada.