TAL y como se esperaba, el acuerdo entre el PNV y PSE polarizó la sesión parlamentaria de ayer. Todavía a la vista la huella de la aguda rivalidad exteriorizada entre ambos en un pasado aun muy reciente, el debate de política general sin embargo sí mostró el aspecto de que la apertura de un nuevo tiempo está afianzándose. Esta idea del nuevo tiempo que viene es del lehendakari, aunque fue también corroborada por el exlehendakari López que, a pesar de su empeño en atribuirse el único mérito de las propuestas contenidas en el acuerdo bipartidista, se mostró conforme con ella, aunque situó en el 'día después' de la firma del mismo el inicio de un tiempo para trabajar juntos al servicio del país.
Los dos partidos más veteranos del país han vivido ciclos de confrontación y de entendimiento. Hoy les será muy útil recurrir a las experiencias de cooperación. Éstas han sido más y mejores entre ambos, que cualquiera de las que hayan tenido cada uno por su lado con cualquiera de las otras dos fuerzas políticas (EH Bildu y PP) que también tienen presencia importante en el Parlamento. Al pacto debería acompañar un desarme verbal paulatino, para el que el lehendakari Urkullu mostró ayer mucha mejor disposición que Patxi López, más preocupado del espejo retrovisor, buscando ajustar cuentas pendientes de la pasada legislatura. El nuevo eje, además, quiere extenderse a otros partidos.
A pesar de las obligadas críticas a un pacto en el que no está, Arantza Quiroga busca un camino para no perder contacto con la que, en lo que afecta a la emergencia económica, va a ser mayoría parlamentaria. Sus objeciones -la fiscalidad y el papel del Parlamento a la hora de fijar los tributos- no sonaron a inamovibles. Las tarifas fiscales de Rajoy son superiores a las previstas por PNV-PSE y el Parlamento tiene atribuciones en materia de tributos desde hace casi 25 años. Por lo tanto, si el PP quiere estar, como aseveró su portavoz, donde pueda ayudar en la salida de la crisis, sin duda estará ahí o más o menos cerca. La estabilidad que se planteó Quiroga, que afecta también a instituciones bajo su responsabilidad, sería difícilmente conciliable con una actitud de abierta hostilidad con el nuevo liderazgo económico.
Como era de esperar, Mintegi ayer contrapuso al pacto la que llaman Vía vasca, recientemente presentada. En ese punto, en efecto, se plantea un abismo ideológico. La Vía parte de una falsa premisa: ante la crisis, es "imposible autogobernarnos". Aquí se ve que la negativa de Garitano a elaborar planes anti-crisis es coherente con ella. El pacto firmado por PNV y PSE se basa, por el contrario, en que "el crítico panorama obliga a las Administraciones vascas a intervenir". El 'no hay nada que hacer' con estos medios (Via Vasca) de EH Bildu es, por de pronto, una posición antipatriótica, que menosprecia, instituciones aparte, el músculo social y económico del país. Esta fuerza hace mutis a la llamada del lehendakari para afrontar la emergencia nacional. El mensaje de EH Bildu puede tener efectos conservadores si lo compran resignados, o efectos rupturistas si lo hacen indignados. En todo caso, al evitar la resolución inmediata de los problemas concretos, el grupo de Mintegi se complace en la observación de su pudrimiento.