como los ojos del Guadiana, el todavía secretario general del PSE, Patxi López, aparece, desaparece y reaparece en el escenario político vasco cuando cree que va a sacar tajada. Ni repara en incoherencias, ni le preocupa la sensación de despiste que dejan sus irrupciones acompañadas de despliegue mediático. El caso es que se note que está ahí, dándolo todo, ocupado y preocupado por hacer creer que su partido condiciona de manera inexorable el devenir de Euskadi.
Esta semana, quién sabe si por protagonizar él también la inauguracíón del curso político o, sin más, porque pasaba por aquí como paladín de la oposición, Patxi López ha querido dar la nota ácida de viejo rockero agnóstico de vuelta de todo. Ya que se le ve poco, López prefiere aparecer sacando pecho y haciendo ruido, dándoselas de imprescindible y bajando los humos a quienes en su ausencia creían que todo el monte era orégano. ¡Eh, vosotros, que estoy aquí y os vais a enterar!
En ese plan, cuando en base a insistentes declaraciones de dirigentes políticos se percibía en el ambiente mediático que el acuerdo entre PNV y PSE en materia de fiscalidad está muy avanzado, Patxi López abre el chorro del agua fría, eleva el dedo autoritario y advierte que de eso, nada; que qué más quisiera el PNV; que si el asunto queda sólo en reforma fiscal, no habrá acuerdo.
Luego, quizá acordándose que precisamente lo de la reforma fiscal era la madre de las reivindicaciones del PSE, López se lió añadiendo que no basta con pactar los ingresos, que también hay que pactar los gastos, señores del PNV. El episódico e ilustre portavoz del PSE, quizá sin proponérselo, estaba planteando a la otra parte un acuerdo presupuestario. El PNV, claro, recogió el guante. Pues muy bien, pactemos ingresos y gastos y aseguremos así la aprobación de los Presupuestos. Siempre, claro, que no se presupuesten más gastos que ingresos, lo que no parecería tener buen sentido contable.
El caso es que la refrigeración del acuerdo en ciernes fue portada en todos los medios, que era lo que López, sacando pecho, pretendía. Un par de días más tarde, proseguían sin dificultad las reuniones PNV-PSE para avanzar en el acuerdo.
Casi de la misma tacada, el anecdótico portavoz socialista volvió a la arrogancia con la admonición de que su partido no volvería a acudir a las reuniones de la Ponencia Parlamentaria de Paz y Convivencia mientras EH Bildu no asumiera el suelo ético aprobado en la legislatura anterior. Sabía perfectamente López que al día siguiente los medios titularían con el abandono del PSE de la Ponencia, que era lo que en realidad le interesaba.
Corramos un tupido velo sobre los casi inmediatos desmentidos de portavoces menos esporádicos del PSE, que corrigieron la bravata de su todavía jefe para dejar ese rotundo "abandono" en un nuevo "aplazamiento" de la reunión. Dejémoslo en baladronada y ganas de llamar la atención en relación con un asunto tan indispensable para la normalización de nuestra convivencia, como complicado de resolver mientras los políticos no vean más allá de su rentabilidad partidista.
Esta nueva irrupción excomulgando a Bildu no la protagonizó Patxi López mirando al País Vasco, sino a todos los apoyos que se ha venido trabajando del Ebro para abajo con el propósito nunca del todo confesado de quitarle la silla a Rubalcaba y apoyar su propia candidatura para la secretaría general del PSOE. Sabe de sobra López que el zurriagazo al batasuno es aplaudido con fervor en aquellas latitudes, y que cualquier aproximación o convivencia con Bildu contaminaría su generosa disposición a cargar con el peso de la máxima dirección del partido. Así que no iba a desaprovechar la ocasión para ganar puntos ante las agrupaciones andaluzas, extremeñas, murcianas o, en general, carpetovetónicas. Y eso son votos en unas primarias. Votos acríticos, desinformados y olvidadizos, que afortunadamente para el candidato no saben, o no recuerdan, el acuerdo del PSE con los proetarras en Gipuzkoa.
En ello anda en realidad Patxi López, con su socio de conspiración pero rival en ambiciones José Antonio Griñán caído en desgracia, voluntariamente alejada novia a la fuga Carme Chacón, verde que te quiero verde Eduardo Madina, el aspirante López cree llegado el momento de acelerar y allá se las apañe Euskadi con sus problemas, que él se larga. Y el rechazo público, la increpación a la izquierda abertzale ha sido y sigue siendo eficaz carburante para llegar con velocidad de crucero a las más altas cotas de poder político en España.
Que no venda López la piel del oso, porque Alfredo Pérez Rubalcaba es plantígrado correoso y duro de pelar a quien no va a ser nada fácil sacarle de su despacho de Ferraz por más artimañas retóricas que reproduzcan las portadas.