CUANDO muere un amigo con quien has compartido esfuerzos, sacrificios, ilusiones, éxitos y fracasos, un pedazo de ti se va con él.

A Javier le conocí en mis primeros tiempos de lehendakari, en aquellas largas, y a veces duras, sesiones de nuestra Asamblea Nacional que se celebraban en Artea. Javier representaba a Bizkaia y muchas veces actuaba como portavoz. Allí conocí a un hombre, a quien muchos cariñosamente le llamaban Capi por su condición de capitán de marina mercante, un hombre honesto, claro, sin tapujos, valiente y noble, con el que más tarde conviví durante muchos años en el EBB. Ahí fuimos ahondando en una mutua corriente de simpatía y afecto.

Javier era claro y sincero en sus planteamientos, sin ningún atisbo de doblez ni hipocresía, a veces incluso brusco, pero era un hombre en el que podías confiar plenamente. Nacionalista vasco integro, recio, incluso diría radical y al mismo tiempo con unos valores éticos y humanos donde la violencia no tenía cabida bajo ninguna excusa. Cuando las responsabilidades políticas directas fueron alejándose de nuestras vidas permaneció, y si cabe se fue ahondando, una amistad serena, profunda donde, sabiendo que compartíamos aspiraciones políticas y valores éticos largos años contrastados, nuestras discusiones siempre trataban de encontrar las respuestas más positivas para quienes quisieran escucharlas.

Durante años, cada dos meses nos sentábamos entorno a una mesa que se prolongaba con una tertulia mutuamente enriquecedora y solamente interrumpida por los compromisos de la política diaria del único comensal aún activo en ese menester, Iñaki Azkuna, nuestro gran alcalde de Bilbao.

A la mesa de "cuatro A", Azkuna Iñaki, Atutxa Javier, Atutxa Juan Mari y Ardanza José Antonio, le ha dicho adiós Javier. Los que quedamos seguiremos reuniéndonos, recordándote y sobre todo manteniendo firmes los principios que dieron sentido a toda tu vida de hombre, de marido, de padre, de amigo y de abertzale. Agur Javier egun handira arte.