La soledad de Rajoy
Desde que en febrero Bárcenas hiciera estallar su particular bomba sobre la presunta contabilidad B y los sobresueldos dentro del PP con dinero de donaciones ilegales, la onda expansiva ha afectado a Moncloa y los populares han mantenido la hipótesis de que todo es un montaje. Tras su comparecencia, Rajoy continúa en lo mismo. Para él, todo se basa en falsedades pero esta vez, pide disculpas, nombra a su extesorero y lo hace para reconocer que cometió errores "al mantener la confianza en quien no la merece".
Rajoy se presenta ante la sociedad como víctima y no asume las consecuencias que unos hechos tan graves deberían tener en política. Es más, sigue sin aclarar por qué nadie sospechaba en el partido cuando Bárcenas viajaba tanto en los últimos años a Suiza (hasta 50 veces), por qué su nombre figura en la contabilidad como perceptor de sobresueldos; en qué contexto se producen los mensajes de móvil (eso de "Luis aguanta, hacemos lo que podemos"); si recibió o no a algún donante en su despacho de Génova o cuándo supo que Bárcenas tenía 50 millones fuera de España.
El Rajoy engañado y a la vez chulesco, hace oídos sordos a la oposición y extendiendo su problema, saca de la chistera medidas para acelerar las prometidas en el Debate sobre el Estado de la Nación y luchar contra la corrupción. El dilema está en que, después de haberse llamado de todo, los puentes con la oposición están rotos y el PP, solo.
Rajoy no valora la dimensión del caso. Vuelve a demostrar que vive al límite. Se arriesga. Y se equivoca porque, sin saber si habrá nuevas filtraciones, liga su suerte política a la causa judicial, empezando por la declaración bajo juramento, en unos días, de quienes fueron o son secretarios generales en su partido.
Rajoy no convence porque ya solo habla para los suyos y es lo que le diferencia de Obama o el Papa. Cuando el pasado 14 de julio, un jurado dejó en libertad a George Zimmerman, un hombre blanco, acusado de matar a un joven negro y desarmado cuando vigilaba una urbanización; el primer presidente afroamericano de la historia de EEUU se limitó a emitir un frío comunicado en el que llamaba a la calma. En ese momento, sus votantes esperaban algo más. Tuvieron que pasar cinco días para explicar en rueda de prensa y sin guion, qué significa ser negro en su país. No tenía otra salida. Exteriorizaba lo que sentían millones de personas. Para que las complicaciones en el transcurso de un viaje (político, económico, teológico ? ) se entiendan, hay que explicarlas. Me cuesta pensar en un Rajoy situado como el Papa frente a 75 periodistas de 14 países, respondiendo durante 84 minutos, preguntas sin censura. Rajoy descarta el ejercicio de sinceridad. Y lo más grave, la ciudadanía percibe que la corrupción se tarda más en castigar que en otros países.
¿Y ahora qué? No sería raro que dirigentes populares a los que salpique judicialmente el caso adopten la estrategia de que cada uno salve sus muebles. Que se reabra internamente una guerra. Hay sectores que aguardan en silencio la caída de Cospedal y Rajoy. Si algo ha aprendido éste es que ya no pone la mano en el fuego por nadie. Y en el PSOE, en horas bajas, habrá que esperar a que surjan también voces críticas, habiendo quemado ya la bala que guardaban en la recámara de pedir la dimisión de Rajoy.
Hace un mes, el banco de inversión Nomura emitía un informe titulado Eurozona: ¿otro bache en el camino? Después de Grecia y Portugal, España (de nuevo). En el documento, el analista Alastair Newton aseguraba que "no se pueden descartar elecciones que trastornen a los mercados tras el giro dramático que ha dado este escándalo de alto perfil". Un adelanto de la cita, tras ver el resultado de las europeas de mayo, nos llevaría a un mapa distinto al actual. Quizás, sin Rajoy como candidato y con un PP y un PSOE necesitados de pactos para gobernar. La pregunta es: ¿con quién y a qué precio?
Opinión
Andoni orrantia