De garantizar el bienestar a maximizar las oportunidades
Un tal Pérez
JUan Ignacio Pérez
en Qué hacer con España (Destino 2013), el matemático y economista catalán César Molinas hace un análisis inmisericorde de la situación española. Aplica la noción -desarrollada por Acemoglu y Robinson- de las élites extractivas para mostrar cómo, tras la década de la transición (1975-1985), en España se habría instalado una clase política que se ha apropiado de la riqueza sin hacer nada para favorecer su creación. Para ello, se habría valido de la confluencia de intereses con el "capitalismo castizo", que es como él denomina al que medra gracias al Boletín Oficial. Consecuencia de esa confluencia habrían sido las burbujas inmobiliaria, de energías renovables, grandes infraestructuras y otras, y, también, la corrupción que todo lo impregna.
Según Molinas, en el futuro próximo no habrá escaladas armamentísticas entre países por la supremacía. Las escaladas se producirán en términos de capital humano. La razón es que, desde la caída del muro de Berlín, los estados no basan su legitimidad en proporcionar a sus ciudadanos el máximo bienestar posible, sino en maximizar sus oportunidades. Y, a tal efecto, el conocimiento es determinante. "A largo plazo, lo único que cuenta en un país y en una economía es el capital humano" llega a afirmar. Sin embargo, es precisamente el capital humano el punto más débil de España, porque no sólo es deficiente, sino que no parece haber ningún interés en mejorarlo, dado que su eventual mejora no convendría a las élites extractivas antes citadas.
En relación con este análisis, en Euskadi debemos plantearnos dos cuestiones. Una es si cabe hacer un diagnóstico similar de la situación vasca. Dado que contamos con un marco legal y una cultura política comunes en muchos aspectos, algunos de los problemas que nos aquejan son similares. Pero nos aquejan en menor medida, gracias, seguramente, a una mayor proximidad entre gobernantes y ciudadanos -debido a la existencia de tres niveles institucionales- y a la directa responsabilidad política y fiscal a que obliga el régimen de Concierto Económico.
Las élites vascas no han tenido el mismo carácter que las españolas, como muestra el hecho de que nuestras instituciones estén bien valoradas por su transparencia y que las cajas de ahorro vascas se encuentren en mejor estado de salud. La corrupción no ha alcanzado los niveles de otros lares, como indica el dato de que el número de casos por millón de habitantes es muy inferior. Las burbujas no nos han afectado en la misma medida, y la menor tasa de paro es clara consecuencia de ello. Y nuestro sistema educativo, sin ser excelente, ofrece mejores resultados en tasas de abandono y pruebas internacionales.
Conviene, no obstante, evitar la autocomplacencia y mantener una actitud siempre crítica, porque no estamos, ni mucho menos, exentos de problemas.
La otra cuestión se refiere al "proyecto nacional" o "proyecto de país" para los vascos. Si el capital humano tiene la importancia que le adjudica Molinas -y yo creo que sí- los partidos vascos deberían articular un proyecto de futuro cuyo principal elemento sea precisamente ese. Sin una formulación clara de su prioridad, el proyecto de país resultaría insatisfactorio. Para que no haya dudas: capital humano equivale a stock de conocimiento, o sea, a investigación y formación, fundamentalmente.
Por tanto, sea cual sea el encaje vasco en España que se proponga en un proyecto tal, solo será aceptable si garantiza capacidad plena para articular un sistema educativo y de generación de conocimiento que, efectivamente, permita maximizar las oportunidades de que dispongan los ciudadanos. Casi cualesquiera otras consideraciones resultarían ociosas, porque de ello depende la misma viabilidad del proyecto nacional.