¿Importamos de Argentina técnicas de acoso y derribo?

El origen no está en Argentina, los grandes inventores de esto fueron los fascistas en la década de los 20 o los 30, y antes los anarquistas en el siglo XIX. Lo que ocurre es que ahora se ha sofisticado, se convocan los actos por las redes sociales, por móvil... se graban las acciones en vídeo. Pero eso es lo de menos, lo fundamental es que se acosa a las personas y que se atenta contra un derecho fundamental.

¿Hay alguna diferencia entre que este acoso se haga en el domicilio particular o en la calle?

Ninguna. No se puede acosar a nadie porque todos tenemos derecho a nuestra integridad personal. Eso es una forma de violencia que no se puede legitimar. Aunque si se hace en casa, con los familiares dentro, todavía es más grave. En una democracia hay mecanismos suficientes para que una protesta llegue al Gobierno. Es intolerable que el dinero de los contribuyentes haya servido para dárselo a los bancos que están en quiebra, pero en ningún caso hay que recurrir a la violencia o al insulto. El acoso no se puede permitir porque no solo se ejerce violencia física, también hay violencia moral.

El único mecanismo parece acudir a las urnas cada cuatro años.

No, porque los medios de comunicación, como ustedes, sacan cada día las opiniones, las quejas... Podemos hacer escritos, recoger firmas y mil cosas. Y así los que legislan se enteran del clamor popular. Una huelga es perfectamente legítima, no es legitimo poner silicona en las cerraduras ni actuar con piquetes que lo único que hacen es coaccionar. Violencia no es solo asesinar, es cualquier irrupción en la vida de otra persona. Hay fines muy razonables, como éstos, pero con medios manifiestamente ilegítimos.

¿El problema son los medios?

Sí porque en el fondo se está estropeando el fin de la protesta. En un país civilizado no puede haber ni kale borroka ni cerraduras con silicona ni escraches. Eso es un atentado contra la libertad. Nos acostumbramos a digerir las actitudes violentas y nos parecen parte del paisaje. Pues no, no hay que admitir ningún tipo de violencia.

Pero estas acciones son vistas con simpatía por muchos ciudadanos.

En la Alemania nazi y en la Italia fascista, también había mucha gente a la que le parecía simpático eso de demonizar a los judíos, lo de escupirles, insultarles... La violencia no siempre es rechazada por la población, aunque eso es una degradación moral extraordinaria.