Vitoria. Ha estado siguiendo atentamente los discursos de investidura. ¿Se le venían muchos recuerdos a la cabeza?
La primera vez que asistí a la investidura de Juan José Ibarretxe sí sentí emoción y mucha. Y ayer también, porque con legítimo orgullo veía que nuevamente el PNV recuperaba lo que en buena lid, democráticamente, nunca debía haber perdido.
¿La actual situación marca de entrada lo que va a ser la legislatura?
Efectivamente. Los tiempos van cambiando, y en este caso, aunque sorprenda, yo creo que a mejor. El nuevo lehendakari se va a encontrar con una situación económica muy problemática que viene del año 2008 con la quiebra de parte del sistema económico financiero bancario estadounidense. También con que aún subsiste en los partidos el cabreo postelectoral, por lo que tendrá que esperar a que se vayan calmando para ver cómo se pueden ir logrando consensos. Pero Urkullu también va a tener una gran suerte y una gran ventaja: no va a estar soportando 40, 50 funerales al año ni secuestros, extorsiones, etc... O sea que, en ese sentido, lo malo será tener que afrontar la crisis económica y el paro; lo bueno, que por fin la violencia ha desaparecido definitivamente.
Usted presidió varios gobiernos de coalición obligado por lo tanto al pacto con otras fuerzas. ¿Cómo se traban esos acuerdos?
Yo ahí no tuve mayores problemas porque siempre tuve muy claro que Euskadi es un país que tiene un doble sentimiento de identidad. Hay vascos cuyo referente nacional patriótico es España, y hay otros, más, para quienes su referente de identidad nacional patriótica es Euskadi. Como miembro del PNV tienes que estar defendiendo una política identificada con el proyecto nacionalista. Pero en el momento en que eres lehendakari, tu responsabilidad es Euskadi, esa Euskadi dual. Tienes que evitar que la acción de gobierno sea pendular; que cuando gobiernan los constitucionalistas se trate de españolizar Euskadi, y que ahora el nuevo lehendakari quisiera supernacionalistar Euskadi. Malo sería. Desde la posición de lehendakari tienes que tratar de buscar siempre ese equilibrio. Otra cosa es lo que tu partido tiene que hacer como partido, que tiene que defender sus propios principios fundacionales evidentemente. En mi caso, yo distinguía perfectamente estos dos planos: mi partido tenía que defender su proyecto nacionalista igual que el PSE tenía que defender su proyecto socialista. Pero cuando estábamos en el Gobierno con Ramón Jauregui de vicelehendakari, no estábamos para defender nuestro proyecto identitario, que en la medida en que podamos naturalmente lo vamos a hacer, sino fundamentalmente para gobernar el país.