Vitoria. No pudo ser. El sueño de la remontada se escurrió entre los dedos de los socialistas desde primera hora de la tarde, cuando los datos comenzaron a convertir en realidad sus peores pesadillas hasta hundirles más allá de los más negros sondeos; por debajo incluso del suelo que tocaron en 2000 y que dio la mayoría absoluta al PP de José María Aznar. La distancia, que esperaban dejar en apenas nueve puntos, se extendió hasta los quince. Cuatro millones y medio de electores les retiraron su confianza.
Eran las diez y media de la noche cuando un gastado Alfredo Pérez Rubalcaba hacía de tripas corazón y comparecía ante los suyos para admitir públicamente su derrota. "El PSOE no ha tenido un buen resultado, hemos perdido claramente las elecciones", admitía cabizbajo ante un auditorio abatido. Compareció solo -"por decisión personal", aclaró su equipo-, rodeado de un silencio que sólo rasgaron algunos gritos de ánimo voluntariosos pero aislados.
La realidad hablaba por sí sola con una contundencia salvaje, atronadora, y las palabras fueron pocas. El electorado de izquierdas había dado la espalda a un equipo salpicado por los recortes, emparentado a ojos de muchos con los mercados, resucitando alternativas como la de IU. Y no cabían los paños calientes. Acaso apuntar que esta crisis se ha llevado por delante a todos los partidos que ha cogido gobernando y dar las gracias al equipo que le ha acompañado en esta misión imposible y a los votantes que no saltaron del barco a pesar de la tormenta. A ésos les dio "un enorme significado" que agradeció, emocionado, "de corazón".
Pero tocaba pasar página y el eterno aspirante decidió mirar al futuro; un futuro al frente del que instó a los militantes a decidir quién quieren que esté "lo antes posible"... sin desvelar si él querrá estar.
"Volver a empezar" Muchos han sido los rumores que han especulado sobre el papel que debería jugar si abanderaba una derrota como la que ayer finalmente cosechó. En el año 2000, de hecho, quedarse en 125 escaños -15 más de los conseguidos ayer- llevó a Almunia a dimitir la misma noche electoral. Sin embargo, Rubalcaba evitó ayer desvelar esta incógnita, aunque reclamó con total "convicción" la celebración de un congreso del PSOE que elija un líder con el que andar "el camino para recuperar la mayoría política y social"; un congreso que se pondría en marcha 60 días después de que lo aprobara la Ejecutiva del PSOE. Y en el plano personal, sólo el compromiso de actuar "con responsabilidad", en principio desde los bancos de la oposición.
Entre sus compañeros de filas, las primeras declaraciones avalaron la necesidad de impulsar un cambio de rumbo desde el seno del partido. "Es el momento de volver a empezar", dijo Trinidad Jiménez. "El del punto y aparte", coincidió uno de los pocos rebeldes a Zapatero, Tomás Gómez. Mientras, desde Cataluña, una de las candidatas a tomar el relevo, Carme Chacón, combinaba la digestión de la debacle del PSC -que pasó de 25 a 14 diputados-, con su victoria en Barcelona -la única con la de Guerra en Sevilla-, mientras prometía: "Nos sobrepondremos y sabremos acudir a la cita con el futuro".