bilbao. Olga Rodríguez (León, 1975) ha participado esta semana en Bilbao en el IV Foro de Derechos Humanos, organizado por la Diputación de Bizkaia y Unesco Etxea, que finalizará el próximo día 29.
Acaba de publicar un ensayo online sobre la primavera árabe ('Karama. Las revueltas árabes'). ¿Qué nos podemos encontrar en él?
Trato de ofrecer un contexto global de las revueltas, aproximándome al inicio, porque en países como Egipto el músculo de la calle lleva pisando fuertes desde 2000, cuando salen miles de personas a la calle para solidarizarse con el pueblo palestino a raíz de la Segunda Intifada. Y eso sirvió para ir creando un tejido social que fue consolidándose con el no a la guerra contra Irak y que desembocó en la creación del movimiento social Kifaya (basta, en árabe), que organizó buena parte de las protestas de los siguientes años. A su vez, estos movimiento sociales urbanos contactaron con el movimiento obrero, que desde 2006 protagonizaba huelgas en las principales fábricas y empresas, huelgas que además las iniciaron las mujeres. También trato de contextualizar el papel de la injerencia extranjera en la región.
¿Cómo ve el papel de la comunidad internacional en estas revueltas?
La posición de la comunidad internacional en Libia es conocida. En el caso egipcio, un Egipto libre, con una autonomía real, sin injerencia extrajera, cambiaría sin duda todo el puzzle de Oriente Medio y el status quo de la región. Es cierto que, en estos momentos, las potencias y actores en juego, actores regionales como pueden ser Israel, Arabia Saudí o Turquía, o actores más internacionales como la UE o Estados Unidos están tratando de jugar un papel importante para reconducir estas revueltas, o bien para mantener el status quo anterior o crear uno que no perjudique a sus intereses.
¿Lo están logrando?
En Egipto, el ejército recibe al año 1.500 millones de dólares de Washington. El ejército está llevando a cabo políticas represivas; desde la caída de Mubarak hasta ahora se han celebrado 12.000 juicios militares contra civiles, sigue habiendo arrestos arbitrarios y cargas contra manifestantes con muertos y heridos. Tres casos. El 9 de marzo, el ejército arresta a manifestantes en Tahrir, hombres y mujeres; a más de veinte mujeres, además de golpearlas y torturarlas, las someten a lo que llaman eufemísticamente test de virginidad, que en realidad son abusos sexuales. El 8 de abril tiene lugar la manifestación más numerosa desde la caída de Mubarak, y ese día se unen algunos militares, que deciden pasar la noche junto a unos 3.000 manifestantes. A las 05.00 horas, el ejército empieza a cargar y está durante dos horas y media disparando. Hubo cientos de detenidos y, por supuesto, esos militares fueron arrestados. El 9 de octubre, el ejército carga contra una manifestación y mata a 27 personas, entre ellas activistas muy conocidos. Se lava las manos y dice que son choques sectarios entre musulmanes y cristianos. Afortunadamente se ha probado que fue el ejército el que cargó. El papel que está jugando es lamentable, es un elemento represor que simboliza la continuidad del régimen y es un ejército que recibe financiación de Washington. Un Egipto libre y autónomo podría actuar como contrapeso a las políticas de ocupación israelíes y, en estos momentos, Estados Unidos ha demostrado que su prioridad en la zona es servir a los intereses de Israel.
¿Cuál es el ambiente preelectoral?
Hay caos y dudas. Las elecciones se van a celebrar en noviembre, diciembre y enero (dependiendo del área donde vivas votas una fecha u otra), y esto genera dudas. Además, en El Cairo se vota por distritos. Hay distritos que se van a unir de cara al cómputo. Casualmente, hay un distrito, el de Dokki, de gente progresista, que se ha unido a otro conservador y más poblado, a pesar de que no tienen casi conexión geográfica.
¿Hay sospechas de que se puedan cometer irregularidades?
Hay sospechas de que puedan existir irregularidades, pero, sobre todo, lo que hay es la certeza de que el contexto en el que se van a celebrar no es el adecuado. Salir a la calle a manifestarse en estos momentos en Egipto significa que sales a vida o muerte, y que las autoridades legitimadas por la comunidad internacional te pueden matar. Escribir en tu blog significa que te puedan arrestar. Hay un nivel de impunidad muy preocupante y es una lástima porque el potencial de Egipto es increíble, porque tiene una población muy joven y muy preparada. Sería una lástima que todo se redujera finalmente a una operación cosmética.
¿Existen estos riesgos en Túnez?
No. Túnez se puede ver con cierto optimismo. Es un país pequeño, no es un actor clave en la región, ni tiene apenas petróleo y gas. Por ello, puede tener más margen de libertad para buscar su propio camino. Además, el Ejército no es tan fuerte. Los tunecinos han conseguido ir limando asperezas hasta la formación de una Asamblea Constituyente y la celebración de elecciones, yo creo que con un resultado bastante positivo. Ennahda está abriendo puertas a otras formaciones que pueden representar a otros sectores de la sociedad, porque es consciente de que no podría ejercer un islamismo radical. Además, hay que tener en cuenta que el régimen tunecino impuso un laicismo llevado al extremo que provocó una reacción previsible. Era previsible que ganara un islamismo moderado como reacción a un laicismo que siempre se interpretó impuesto por la exmetrópoli. En general, en todo el mundo árabe musulmán, el abrazo al Islam hay que explicarlo, entre otras cuestiones, como reacción a la injerencia extranjera y a una búsqueda de una identidad propia.
¿Cómo está viendo la cobertura de los medios occidentales de las revueltas en estos momentos?
En Libia no hay ningún reportero español ahora. Y esta segunda parte va a ser muy interesante. Además, ha entrado un volumen de armas y de armamento que en estos momentos preocupa a todo el mundo. En este sentido hay similitudes con Irak, donde entraron tal cantidad de armas que ahora es difícil encontrar un iraquí que no tenga una. Temo que en Libia pueda pasar algo parecido. Yo soy muy crítica con cómo los medios occidentales cubren la región, demasiado a menudo se compran por buenas visiones ofrecidas por determinados think tanks, que desde mi punto de vista rozan el racismo y que ofrecen una visión homogénea, falsa y llena de estereotipos. Y creo que las revueltas árabes han obligado a romper con esos estereotipos, porque han mostrado una realidad heterogénea y, por supuesto, han demostrado que estas sociedades, como todas, desean libertad, desean dignidad y desean pan. Han mostrado que no todo son hombres barbudos, que hay mujeres feministas, que hay árabes cristianos, ateos. Pero creo también que el concepto de noticia debe replantearse.
¿Algún avance en el 'caso Couso'?
Yo soy uno de los tres testigos directos del caso Couso. Yo misma resulté herida en el oído izquierdo a raíz de ese ataque. Hay avances, por supuesto. El caso Couso se estudia en las universidades porque ha abierto muchas puertas en el derecho internacional. Por primera vez en la historia ha habido dos órdenes de búsqueda y captura de militares estadounidenses, que es un gran avance y es un triunfo, así lo vive la familia Couso y así lo vivimos las personas que volvimos a nacer ese día. Ha habido otros avances, como la propia comisión judicial por la que volvimos a Bagdad en enero. Por primera vez una comisión española acudía a un tercer país para realizar una inspección ocular. Se han aportado nuevas pruebas y testimonios.
¿Por ejemplo?
De testigos o de personas implicadas como puede ser la sargento Kein, que por aquel entonces trabajaba en los servicios de inteligencia estadounidenses y escuchaba nuestras conversaciones telefónicas cuando estábamos en el Hotel Palestina. Ella observó cómo el hotel estaba en el listado de objetivos a atacar, advirtió a su superior de que allí solo había periodistas, aunque eso ya lo sabía el Pentágono, y su superior le dijo que se metiera en sus asuntos. Cuando las madres de la Plaza de Mayo empezaron a exigir respuestas, muchos las tachaban de locas y, sobre todo, de ingenuas. Veinte años después, los culpables se están sentando en el banquillo. Esto es un recorrido y una lucha muy a largo plazo, en la que no nos importa tanto el resultado final como el recorrido en sí, porque estamos abriendo muchas puertas y estamos sentando precedentes. La próxima vez que un ejército ataque una sede periodística, quizá se lo piense dos veces, porque sabe que sus soldados se pueden enfrentar a una orden de búsqueda y captura. Son pequeños pasos que les causan quebraderos de cabeza.
¿Se encontraron con dificultades cuando visitaron Bagdad el pasado enero junto al juez Pedraz?
No encontramos ninguna facilidad, sino más bien obstáculos por parte de la fiscalía y el Gobierno español. Con el ejército estadounidense no tuvimos relación más allá de que cuando estábamos haciendo la inspección ocular en el puente desde el que disparó el tanque contra el hotel, casualmente, helicópteros estadounidenses comenzaron a sobrevolarnos en un gesto, desde mi punto de vista, de evidente intimidación.
El Gobierno español sigue poniendo, entonces, obstáculos.
Sí. Además, a través de Wikileaks pudimos certificar lo que sospechábamos, una connivencia con los intereses de Estados Unidos.