Jonan Fernández, director del centro por la paz Baketik, cree que la sociedad vasca está "a las puertas" de un escenario sin violencia. Toca, por tanto, hablar de reconciliación, de convivencia. Un proceso que, advierte, conviene llevar con calma para lograr que cicatricen todas las heridas.
DONOSTIA. Baketik se redefine, se reinventa. "Se reinicia". El centro por la paz ubicado en el santuario de Arantzazu presentó ayer en sociedad los puntos de partida desde los que arrancará el proceso de reflexión en el que planea sumirse durante los próximos doce meses. Su director, Jonan Fernández, explica que el cambio de rumbo llega motivado por los cambios que han transformado el mundo que vio nacer a Baketik hace ya cinco años.
¿Cuál es el contenido de los "puntos de partida" que guiarán el proceso de reflexión de Baketik?
Básicamente, los puntos de partida son que la situación de crisis global, la crisis personal y la crisis de la paz llevan a la sociedad a necesitar un cambio personal y social. Baketik quiere convertirse en un instrumento al servicio de ese cambio.
¿Crisis personal?
Creemos que el mundo está asentado en una ideología de la felicidad muy equivocada, consistente en ordenar la vida de una manera muy individualista y materialista y las personas nos convertimos en agentes de esa misma ideología. Por ello, creemos que, en este momento, la sociedad necesita un cambio que tiene que integrar la dimensión personal y la dimensión social.
¿Qué ofrece Baketik para ello?
Tenemos que suscitar nuevos modelos de sociedad, nuevos modelos de vida y una nueva cultura de convivencia. Esos serán los tres ejes de Baketik en el futuro. Para ello, ofreceremos recursos éticos en forma de formación, asesoramiento, divulgación, iniciativas y propuestas.
Dice que Euskal Herria ha cambiado. ¿Estamos ya en un escenario post-violencia o hay que esperar al comunicado de disolución de ETA?
Hace falta el punto de inflexión definitivo pero, después de cincuenta años, estamos a las puertas.
El 20-N está a la vuelta de la esquina. ¿Cree que el proceso se está desarrollando a contrarreloj?
No lo sé. Llega ahora, llega como llega... pues bienvenido sea.
Si se confirma el cierre del capítulo de la violencia de ETA, ¿cuál sería la prioridad?
Baketik pondrá el acento en promover una nueva cultura de convivencia y reconciliación. Llevamos cincuenta años marcados por la violencia, y todo eso marca. Por eso es muy importante que ahora se haga una inversión en reconciliación de la convivencia, que es una tarea de la sociedad. Para mí, la prioridad tras el fin de la violencia es iniciar un proceso de reconciliación.
¿La ve viable, a pesar de todo el sufrimiento acumulado durante todos estos años?
Hay sociedades que han dado pasos importantes en situaciones mucho peores que la nuestra. Será difícil, pero creo que es un trabajo que se pueda hacer. Sin prisas. Hace falta, por un lado, una cultura ética social de abordar los conflictos, los problemas y las dificultades, aspectos a trabajar desde la educación, desde la sociedad. Y por el otro, hay que pedir a los políticos que acuerden una metodología democrática para resolver los conflictos graves en el futuro.
¿Qué más hace falta?
Hay que buscar respuestas que sean aceptables para todos a estas tres preguntas. Una: qué ha pasado y por qué. Dos: qué tenemos que hacer ahora. Tres: qué hay que hacer para que no vuelva a pasar. La reconciliación es tratar de poner en común la respuesta a esas tres preguntas. La más difícil es la primera, el por qué especialmente. No hay que aspirar a un diagnóstico compartido del por qué, pero sí a una valoración ética.
Consensuar ahora el qué ha pasado también se antoja complicado.
Sí, y mucho además. A todo el mundo le es más fácil reconocer las vulneraciones que han hecho los otros que las que han llevado a cabo los suyos. Pero no hay que precipitarse. En ese proceso es capital ver todas las vulneraciones de derechos humanos que se han producido. No puede ser que sólo se visualicen una parte.
¿Lo ideal sería entonces una memoria común?
Sí, pero con sus apartados. No para mezclar, ni para compensar, ni justificar. Cada vulneración de derechos humanos merece una denuncia individualizada, son independientes a la hora de ser analizadas éticamente. Pero no sólo las de ETA, también tendrán que ver la luz la existencia de la tortura, de la violencia policial...
¿Qué propone Baketik para romper el enroque que parece imperar en algunos sectores a la hora de hablar de estas cuestiones?
Lo que queremos es que se aborde la reconciliación con una mentalidad de proceso. A lo mejor hay que dedicar dos años solamente a poner en común una idea de reconciliación. Con tranquilidad. Vamos a ponernos de acuerdo en cómo queremos convivir, qué claves son las que desarrollan una idea de reconciliación. Y luego, poco a poco ir dando pasos.
Decía en una entrevista anterior concedida a este periódico que "un final ordenado de la violencia es más aconsejable para la futura reconciliación". ¿Está viendo así el proceso actual?
Sí. Ahora, nos orientamos hacia un final ordenado. Hace meses no estaba tan claro, había demasiadas amenazas encima de la mesa. Pero hablando siempre con cautela, ya que hay riesgos y amenazas.
¿Dónde sitúa la Conferencia Internacional del lunes en ese final?
Es una pieza clave. Tampoco hay que desbordar su importancia, pero creo que va a poder jugar un papel importante.
En la presentación, decía Jonathan Powell, ex jefe de gabinete de Tony Blair, que para que el éxito de una negociación es necesario que todas las partes abandonen la mesa sintiéndose ganadoras. ¿Teme un cierre en falso?
A mí, más que eso, lo que más me preocupa es que no abordar bien la fase del posterior proceso de reconciliación, que se haga desequilibradamente, que se imponga una memoria frente a otras... Necesitamos un proceso compartido para responder al qué ha pasado, qué tenemos que hacer ahora y qué hay que hacer para que no vuelva a pasar.
¿Qué papel jugarían las víctimas?
Tienen el papel importante de contribuir a una memoria crítica, son el testimonio de lo que ha pasado y lo que no debe de pasar. Ese es su valor cualitativo, pero no tienen un plus político a la hora de determinar si el futuro tiene que ir más a la izquierda o más a la derecha, en eso son iguales al resto de ciudadanos.
¿Y los presos?
Dependiendo de su realidad, los reclusos tienen que jugar un papel de contribución al proceso de reconstrucción de la convivencia. Especialmente en la fase de revisión crítica del pasado pueden jugar una tarea importante.
¿Es necesario que pidan perdón?
Dentro del colectivo de presos hay muchas realidades. Sobre los denominados victimarios, para un proceso de reconciliación, es muy positivo que hagan autocrítica o que incluso pidan perdón.
Pero no lo entiende obligatorio.
No, es voluntario. El proceso de reconciliación tiene que crear las condiciones para que sea posible.
¿Hay alguien más que necesite hacer autocrítica?
Sí. No sólo los perpetradores de ETA, sino también otras entidades necesitan hacer autocrítica. En el caso de Irlanda del Norte, el Reino Unido ya pidió perdón por el Domingo Sangriento. Es un ejemplo modélico.
¿Teme que los presos, una vez cerrado el capítulo de la violencia, queden olvidados?
Por eso hace falta un proceso de reconciliación. Tiene que cicatrizar cada herida, y las injusticias que se hayan podido cometer contra el colectivo de las familias y los presos.