Las víctimas de ETA vuelven al primer plano de la escena política como sucede cada vez que en el horizonte vasco se intuye el ocaso de la violencia. Son la memoria del dolor. Guardianas de las líneas rojas o constructoras de puentes. Plurales. Ruidosas o silentes, pero siempre agentes activos del hoy e imprescindibles en el mañana por hacer.
Quizá conscientes de esto, en un momento en el que los pasos se aceleran de día en día en el camino hacia la paz y la normalización de la convivencia en Euskadi, los dirigentes de la izquierda abertzale tradicional estudian ya cómo abordar esta delicada realidad a la que hasta ahora habían venido dando la espalda y cuadrar así el círculo de su viraje.
Lo harán plasmando sus reflexiones en un documento que, según explican fuentes de este sector a DIARIO DE NOTICIAS, "está muy avanzado", aunque cerrarán "con cautela" para que nadie quede fuera, y que podría tomar forma de carta abierta y ver la luz lejos de los embates de la actual marejada electoral con un contenido que profundizaría en las claves asumidas ya en la hoja de ruta que hicieron suya al firmar el Acuerdo de Gernika, que también es compartida incluso por todo el colectivo de presos de ETA.
pasos de papel Los últimos documentos que llevan la firma de este sector demuestran su clara "voluntad y deseo" de "contribuir" de manera activa a la construcción de un escenario de "reconocimiento y reparación" de todo el dolor generado en el largo conflicto vasco. Así lo hace el Acuerdo de Gernika y así lo recogen incluso con una inédita rotundidad los estatutos de Sortu.
Sin embargo, aunque ésta se ha convertido en una de las pruebas sobre las que se posó tras el 22-M la doble lupa con la que aún se analiza el pedigrí democratíco de Bildu, las palabras aún se convierten en hechos lenta y cautelosamente. "Habrá un día en que todos debamos reflexionar sobre lo que ha pasado y sobre el daño que cada cual ha podido padecer y cometer, pero no estamos en ese tiempo", respondió el diputado general de Gipuzkoa preguntado al respecto en el inicio de la legislatura. Las costuras de la coalición dieron por un momento la impresión de acusar las tensiones de una evolución ralentizada por el riesgo de dejar atrás a los menos partidarios del giro estratégico de la antigua Batasuna, pero la fuerza de la mayoría, apoyada en la tradición de EA y Alternatiba y la fe de los independientes, impulsan el avance.
Así lo certificó el pasado miércoles la histórica portavoz de Batasuna Jone Goirizelaia, que confirmó la existencia de este proyecto de texto que, según afirmó, "no dejará frío a nadie". "Tenemos muy claro que eso [el reconocimiento del dolor y la apuesta por la reconciliación] es algo que está encima de la mesa. La izquierda abertzale es consciente de que hay que hablar y llegar a acuerdos", declaró en ETB.
de las palabras a los hechos Por el momento, entre los últimos meses se pueden encontrar algunos testigos de esta "voluntad" que refleja sobre el papel el viraje del trasatlántico que impulsó la Bateragune que ahora se enfrenta a los tribunales. Después de que un grupo de radicales diera rienda suelta a su odio destrozando por enésima vez la estela que guarda la memoria de Juan Mari Jáuregui, el Ayuntamiento de Tolosa -gobernado por Bildu y Aralar- rechazó contundentemente el ataque y se comprometió a reparar el monolito. Pero fue a mediados de agosto cuando este sector fijó por fin su nueva posición ante la sociedad y aprovechando la manifestación que tradicionalmente recorre las calles de San Sebastian al inicio de su Aste Nagusia. Allí, Joxean Agirre, un señalado ex preso y portavoz de Askatasuna, tomó la tribuna para prestar su voz al siguiente mensaje: "No es admisible que se ataque así la memoria de las víctimas de la violencia", y este rechazo "no admite dobleces ni olvidos premeditados". "Subrayamos la necesidad de abordar la cuestión de las víctimas, de todas, con rigor y respeto", se dijo desde el púlpito ofrecido por el movimiento Eleak, poniendo así el dedo en la llaga con un gesto que incluso algunos miembros del Gobierno Vasco definieron como un importante "paso positivo adelante" que "merece la pena destacar".
Aún son muchos los desafíos que este sector debe afrontar en este camino para contribuir realmente a la reconciliación abordando la cuestión de las víctimas y el viaje no estará libre de obstáculos, pero en él también se hallarán importantes apoyos.
los muros y los puentes Hasta ahora, las principales asociaciones de víctimas de la violencia de ETA no parecen muy dispuestas a aceptar de buen grado el paso de la izquierda abertzale tradicional, sobre todo por el carácter "global", relativo a "todas las víctimas", que destilaría el planteamiento, por mucho que sus redactores se quisieran preocupar de abordar más específicamente a las causadas por la organización terrorista.
Ante los medios, sus portavoces agitan el no preventivo y se atrincheran tras el rechazo de los pasos dados. El pasado lunes, la presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundua, advertía acompañada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo y el de Dignidad y Justicia: "Parece cada vez más evidente que existe una estrategia general en el mundo de Batasuna y ETA para la impunidad, para borrar todas las diferencias entre los asesinos y sus víctimas". Y desde esas bases, la acogida que tendría entre estas cúpulas cualquier gesto firmado por la izquierda abertzale tradicional se antoja desalentadora.
Pero más allá de estas siglas -con la Oficina de Atención a las Víctimas del Gobierno Vasco "expectante" hasta comprobar si el documento de la izquierda abertzale introduce "elementos novedosos" o sólo reproduce lo que ya recoge el Acuerdo de Gernika- habitan ideológicamente muchas otras víctimas que podrían sostener los primeros puentes. El más claro ejemplo lo dieron hace casi un año Rosa Rodero y Cristina Sagarzazu, viudas de dos er-tzainas asesinados por ETA, sumándose a un acto en recuerdo de Santi Brouard y Josu Muguruza. "Todos somos víctimas; no tiene nada que ver que tengamos diferentes ideas políticas", dijeron.
Por su parte, la Oficina de Atención a Víctimas impulsa actualmente una experiencia piloto por la que algunas víctimas se encuentran con presos críticos para compartir razones y dolores y explorar un futuro de convivencia.
Son primeros pasos en un camino que será largo y que los sectores más duros no harán fácil. De hecho, como las principales asociaciones de víctimas, los críticos con el cambio de rumbo del MLNV también han puesto el grito en el cielo. Pero abordar esta cuestión superando los obstáculos que se presenten en un campo tan sensible será una de las claves para una convivencia normalizada. Y la nueva izquierda abertzale ya es consciente de ello.