oslo. El autor de los atentados de Oslo, Anders Behring Breivik, no es simplemente un "loco", sino una personalidad fanática, metódica y obsesiva que, azuzada por un odio cocinado en solitario durante años, se considera un maquiavélico profeta de la ultraderecha y la islamofobia. Según su abogado, Geir Lippestad, Breivik tenía planes para más ataques y "bombardeos" el pasado viernes. "Tenía más planes en distintas dimensiones", aseguró Lippestad. Los planes, dijo su abogado, eran "igual de concretos" que los de Oslo y Utoya y mencionó entre ellos la intención de Breivik de "bombardear" dos edificios más. "Todo apunta a que él está loco", aseguró Geir Lippestad, al describir a Breivik, un noruego de 32 años que había pasado desapercibido hasta que el pasado viernes asesinó a 77 personas a sangre fría según un plan elaborado "durante años". No obstante, el jurista reconoció que la personalidad de su defendido es demasiado siniestra y compleja como para resumirla de un plumazo hablando de locura.

"No lo puedo describir. Él no es como ninguno de nosotros", zanjó Lippestad cuando los periodistas trataron de ahondar en el abismo de la personalidad de Breivik. Pero ante la insistencia de los informadores, retrató al autor de los atentados como una persona "muy fría" y que "vive en "una burbuja", lo que le ha generado una "visión de la realidad muy rara" y "muy difícil de explicar".

Así, Breivik se concibe "como un guerrero", un "cruzado" o un "caballero templario", como repite en su manifiesto, 2083: Una declaración de independencia europea, el documento de 1.500 páginas con sus pensamientos que difundió a través de internet horas antes de los atentados. En esta obra, Breivik practica un revisionismo histórico rabiosamente islamófobo, expone su plan de "reconquista" del viejo continente por parte de los "auténticos" europeos, y analiza con un detallismo enfermizo la actualidad política, como demuestra, por ejemplo, que cite en 92 ocasiones a España.

La obstinación fanática es el signo de vida: aparte del monumental "manifiesto" y de la planificación durante años de los atentados, Breivik optó por la abstinencia sexual -porque "desvía la atención"- y por consumir esteroides anabolizantes de forma sistemática antes de los ataques, para generar músculo y azuzar su agresividad. Lippestad agregó que su defendido considera que está en "estado de guerra" contra la invasión musulmana que él cree que sufre Europa, y por extensión, contra los socialdemócratas, por "traicionar" a Noruega defendiendo el "multiculturalismo" e "importando musulmanes de forma masiva". Desde esta óptica hay que examinar los ataques: primero hizo explotar un coche bomba en el distrito gubernamental -matando a ocho personas- porque el Partido Laborista está en el Ejecutivo; y luego abrió fuego a sangre fría contra los participantes de un campamento de las juventudes socialdemócratas, y asesinó a 69 personas, en su mayoría jóvenes y adolescentes.

"Odia a cualquier persona que no sea un extremista. Odia a cualquiera que sea demócrata y que defienda los valores democráticos", subrayó el abogado. El agresor reconoció ante la policía rápidamente sus crímenes, y los tachó de "atroces" pero "necesarios" dentro de su cruzada, algo que "Occidente no entiende" ahora, pero que da por supuesto que le agradecerá en el futuro. De ahí que se declarase "responsable", pero "no culpable".

Esta seguridad de iluminado, de avanzado a su época, rezuma al destacar que sus atentados pretendían ser una "señal".