vitoria. En su alegato final, el PNV procuró sonar especialmente persuasivo. Ante la amenaza de un posible pacto PSE-PP en Álava, la formación jeltzale necesita votos, votos y más votos para mantener la vara de mando o, al menos, restar fundamento a esa alianza. Un desprestigio que ayer, último día de campaña electoral, se plasmó en palabras en un concurrido parque de la Florida. El hombre dispuesto a revalidar su título como diputado general, Xabier Agirre, sostuvo que sólo existen dos opciones reales para los votantes: su partido, al que calificó de "honesto, cercano y con ideas concretas", o dos formaciones que durante los ocho años de hermanamiento en la institución foral y los dos de matrimonio en el Gobierno Vasco "han mostrado inoperancia" para afrontar los efectos de las vacas flacas y "han crispado a la mayoría de la sociedad".

A cambio de ese pacto, el PNV promete sintonizar con la sociedad para dar respuesta a las que son, a su juicio, las principales preocupaciones de los alaveses: la crisis, el paro y la separación cada vez mayor entre la clase política y los ciudadanos. Varita mágica para resolver estas necesidades no hay, pero sí la intención de poner en marcha una batería de medidas "realistas" de aplicación inmediata: un plan de choque de empleo juvenil, un plan de ayudas a autonómos y creación de autoempleo y un plan de relanzamiento de las pymes. Además, Agirre aseguró que seguirá profundizando en el equilibrio territorial, la sostenibilidad de las políticas sociales y la diversificación del tejido industrial.

"Conozco a Álava, creo en sus gentes y estoy profundamente convencido de que vamos a superar esta crisis y que vamos a hacerlo juntos, como siempre", resaltó el veterano dirigente, antes de dar paso al nuevo. Alejado del traje y la corbata, la imagen informal del candidato a la Alcaldía de Vitoria reforzó un día más su discurso. Gorka Urtaran remarcó su apuesta por una nueva cultura política basada en la proximidad a la gente. "Hay que estar a pie de calle, visitar los barrios, mantener comunicación constante con las asociaciones, fomentar la participación ciudadana...", subrayó. Una estrategia "para convertir al pueblo espectador en protagonista" y que se tiene que plasmar también en "la humildad, la honradez y la transparencia".

En ese marco idílico pero posible para el PNV, Urtaran recordó que su prioridad serán "las personas, no el cemento ni el ladrillo como en los gobiernos del PP y PSE". Y, por eso, centrará su esfuerzo en potenciar el empleo y mejorar la calidad de vida de los vitorianos. Un punto este último que, a su juicio, se plasma en su visión sobre el futuro del Hospital Santiago. Quiere que siga siendo general y no un centro de atención para enfermos crónicos "como pretenden Lazcoz y Maroto". Para Maroto, por cierto, tuvo un mensaje. Visiblemente enojado después de que el candidato popular a la Alcaldía le acusara de mentir por asegurar que el PP quería cerrar el edificio, le retó a aparcar "las medias verdades" y a decir públicamente antes de las doce de la noche que se compromete a mantenerlo con los servicios actuales. El desafiado calló.

Quien no se mordió la lengua fue el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, en el mitin de cierre de campaña celebrado en el pabellón de La Casilla de Bilbao. Como Agirre por la mañana, sostuvo que la formación nacionalista "es la única alternativa al desgobierno del pacto PSE-PP". Denunció que el bipartito ha multiplicado la deuda por seis en sólo dos años y no ha sabido poner freno a la tasa de paro más alta de los últimos quince años. Una situación límite que, a su juicio, no habría llegado tan lejos con los jeltzales en el poder. Según recordó, hace tres décadas Euskadi sufrió una fuerte crisis pero salió a flote. "Y esto es así por el liderazgo del PNV", puntualizó el dirigente, para luego soltar la gran pulla.

"Eso era gestión, y no la incapacidad de López y su socio preferente. El problema es que López si no está tumbado en su diván de Ajuria Enea, haciendo que toca el saxofón, se dedica a twittear. Su Gobierno está noqueado", proclamó Urkullu, quien aseguró que el PNV puede ofrecer "rigor y credibilidad" y ser "una garantía" para acabar con los extremismos ideológicos.