saná. Militares y fuerzas de seguridad yemeníes reforzaron ayer la seguridad en la capital del país tras la muerte el viernes por disparos de francotiradores de 46 manifestantes antigubernamentales reunidos ante la Universidad de Saná. Cientos de soldados se desplegaron en las calles de la capital para establecer puestos de control y hacer cumplir la prohibición de llevar armas en público, llegando a revisar en busca de pistolas escondidas incluso las vainas de las tradicionales dagas yemeníes. Además y por primera vez desde que comenzaron las revueltas, en las que se han registrado más de 70 muertos, el Ejército desplegó sus tanques en las calles de las principales ciudades.

La paradoja es que los 46 manifestantes asesinados por los francotiradores se han convertido en la excusa del presidente yemení, Alí Abdulá Salé, para decretar el estado de emergencia que se extenderá por espacio de un mes y preservar así la "seguridad". Y es paradójico porque tras el ataque del viernes, los manifestantes lograron detener al menos a siete francotiradores que llevaban tarjetas de identificación del Gobierno. Salé lo negó rotundamente, pero la tragedia le sirve igual para acallar las protestas con mano de hierro.

seguirán La oposición yemení subrayó ayer que no habrá negociación con el Gobierno mientras continúe el baño de sangre. "Enviar los tanques a las calles es un signo de que el régimen está en estado de pánico. Los yemeníes están determinados a avanzar en la revolución pacífica hasta la caída del régimen", aseguró Mohamed al Sabri.

Mientras el Gobierno de Salé endurece la represión, Occidente, más centrado en Libia, se limita a pedirle contención.