MADRID. La fiscal Ana Noé ha rebajado de siete a cuatro años de cárcel su petición para Ibai Azcona, juzgado hoy en la Audiencia Nacional por la colocación de una mochila con un explosivo incendiario en la puerta de un cajero en Pamplona, que fue descubierta por un guardia civil el 31 de octubre de 2006.

Al elevar a definitivas sus conclusiones provisionales, la fiscal ha explicado que rebajaba su solicitud de condena al comprobar que el acusado, al que imputa un delito de colocación de aparatos explosivos o incendiarios con finalidad terrorista, aún no ha sido juzgado por su presunta integración en la organización ilegalizada Segi.

Por ese motivo no podía solicitar para estos hechos la pena que lleva aparejada un delito de pertenencia a organización terrorista.

Durante el juicio, Azcona ya ha negado su pertenencia a Segi, tras admitir que simpatiza con los movimientos Pro Amnistía, y sobre la colocación de la mochila ha expuesto como coartada que ese día trabajaba en el turno de noche en una filial de Kaiku y al terminar desayunó en casa con su padre.

Antes de eso, el acusado, que tras su arresto admitió ante la Policía su participación en estos hechos, ha hecho un relato pormenorizado de las presuntas torturas de las que ha dicho que fue objeto durante los cinco días que duró su detención.

Para la fiscal, la versión de las torturas "es inadmisible", por cuanto fue examinado en todo momento por un médico forense y existe además un informe que refleja que no hubo malos tratos.

En cuanto a las pruebas contra él, Noé cree que es suficiente con su declaración policial y los "datos objetivos" sobre la composición del artefacto, que coincide con la descripción que hizo el acusado cuando confesó los hechos, ya que no cuenta con prueba de ADN ni con imágenes de Azcona captadas por la cámara del cajero.

La defensa de Azcona ha pedido, por su parte, la libre absolución de su cliente al entender que no hay ninguna prueba que acredite su intervnción en ese acto de kale borroka, que fue reivindicado un mes después en el diario Gara como protesta por "la represión en Euskal Herria".

La mochila fue colocada en la puerta de un cajero de La Caixa en la calle de Serafín Olave de Pamplona, y no llegó a explotar porque fue descubierta por un agente de la Guardia Civil que la remitió al grupo de desactivación de explosivos.