En cualquier país donde se junten una ausencia de separación de poderes, regímenes autoritarios basados en redes clientelares y la carestía de la vida causada por la subida de los precios de los productos básicos y la energía está en la lista de países donde puede haber revueltas similares a las de Túnez o Egipto", advierte Haizam Ahmed Fernández, investigador principal de Mediterráneo y mundo árabe del Real Instituto Elcano. Ya ha ocurrido en Túnez, Egipto, incluso, en el Sahara Occidental, donde 20.000 saharauis se manifestaron pacíficamente durante un mes en el campamento de Gdeim Izik exigiendo mejores condiciones de vida antes de ser reprimidos por las fuerzas de seguridad marroquíes.

Los regímenes árabes no son ajenos al malestar existente entre sus ciudadanos y prueba de ello son los tímidos cambios que han realizado para tratar de evitar protestas similares a las que hoy están haciendo temblar al régimen de Hosni Mubarak. En Jordania, el rey Abdalá destituyó al primer ministro y encargó la formación de un nuevo gobierno; en Yemen, el presidente Ali Abdalá Saleh se ha comprometido a no presentarse a la reelección; en Siria, el Gobierno rebajó el precio de los carburantes, y en Argelia, el presidente Abdelaziz Buteflika anunció el inminente levantamiento del estado de emergencia, implantado hace 19 años, una medida que permitirá las manifestaciones.

"Estos regímenes no tienen apoyo popular, están basados en la fuerza. Sus dos soportes son el Ejército y la Policía. Ahora, están alarmados, están muy preocupados porque saben que la ola que empezó en Túnez les puede alcanzar a ellos por una sencilla razón: sus ciudadanos están viviendo situaciones parecidísimas", explica Waleed Saleh, profesor de Literatura árabe en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). "La caída del régimen de Mubarak sería de una importancia enorme, porque desestabilizaría a los países vecinos y de la zona. La amenaza llegaría a Jordania, Siria, Yemen y otros países que, de momento, aparentemente están tranquilos, como Sudán. Todos ellos van a estar afectados directamente en caso de que caiga Mubarak", agrega Saleh.

Y es que Egipto es un país esencial en Oriente Medio por su importancia geoestratégica, su población -con 84 millones de habitantes es el país árabe más poblado- y por su influencia cultural. Ante la posibilidad de la caída del presidente egipcio, Israel es el país que se muestra más preocupado. El Egipto de Hosni Mubarak ha actuado como un aliado en el conflicto con los palestinos y teme que otro gobierno sea contrario a sus intereses. A pesar de la inestabilidad que conllevaría la caída de Mubarak, Waleed Saleh espera que suceda lo antes posible. Y es que, cada día que continúa en el país, la tensión sigue aumentando.

El investigador especializado en Oriente Medio y el norte de África de Fride, Barah Mikaïl, es más prudente sobre este punto: "Hay que precisar que si Ben Ali se vio forzado a salir de Túnez es porque el Ejército se volvió contra él". En Egipto, mientras, los militares están tratando de ser imparciales y limitarse a evitar, en lo posible, los disturbios. Una posición que podría perjudicar a Mubarak, según Saleh. "Sólo podrá aguantar si el Ejército se pone contra los manifestantes", apunta el profesor de la UAM.

No son pocas las voces en Israel y en Occidente que han mostrado su abierta preocupación a que la caída de estos regímenes abra la puerta a que grupos islamistas radicales se hagan con el poder. De hecho, temen que estas protestas pudieran desembocar en un régimen como el iraní, que ya tuvo su revolución en 1979. El propio Teherán está tratando de alimentar esta preocupación al asegurar que las revueltas en los distintos países árabes son una "señal del despertar islámico". "Lo que sucede en Egipto es el eco de la Revolución Islámica iraní y tiene una significación particular para nosotros", manifestó ayer el ayatolá Alí Jamenei.

Totalitarismo Nada más lejos de la realidad. Tanto Haizam Ahmed como Waleed Saleh descartan el riesgo de que Túnez o Egipto puedan derivar en un régimen similar al iraní. "Las sociedades árabes, después de décadas de totalitarismo, no están preparadas para un totalitarismo de otro color, porque han comprobado que, cuando no hay separación de poderes ni un sistema participativo, la corrupción se convierte en la norma. Además, Egipto es una sociedad con un gran déficit alimentario, necesita de la ayuda exterior, especialmente de Estados Unidos, y necesita de los ingresos del turismo. Eso necesariamente llevará a un pragmatismo a quienes lleguen al poder. Es cuestión de subsistencia", argumenta Ahmed.

"Los islamistas han ido perdiendo apoyo popular en los últimos tiempos. Los regímenes basados en estos valores como es el caso de Irán, o en cierta medida el caso de Hamás en Palestina, han ido perdiendo apoyo. Son experiencias complicadas y que asustan a la gente moderada", agrega, por su parte, Saleh. Ambos coinciden en que los protagonistas de estas revueltas son, en su mayoría, jóvenes que no aceptarían un sistema así. En la revuelta de Egipto, este temor se ha centrado en los Hermanos Musulmanes, el mayor grupo de la oposición. Sin embargo, como aseguró esta semana el destacado periodista Robert Fisk, "agitar el fantasma de los Hermanos Musulmanes para sostener a Mubarak es una chorrada", ya que es el pueblo egipcio, islámico y cristiano, hombres y mujeres, el que está en las calles. Mientras, el filósofo y lingüista estadounidense Noam Chomsky asegura que lo que le preocupaba a Estados Unidos no es el surgimiento del islamismo radical, sino la independencia del mundo árabe, donde tiene muchos intereses, estratégicos y economómicos.

El caso argelino En Argelia es el país donde el miedo al islamismo es más creciente. "En Argelia hay miedo de que si desaparece el Gobierno actual, se hagan con el poder grupos islamistas radicales. La experiencia con los islamistas, que fueron apartados del poder en los años 90, la guerra y los atentados brutales crea miedo en la sociedad argelina", explica Saleh. Este profesor, sin embargo, no ve estos riesgos en otros países. De hecho, augura que, de llegar partidos islámicos al poder, serían gobierno similares al de Recep Tayyip Erdogan en Turquía.