No sé si es pecar de optimismo tratar de ponerse en el día después a que ETA definitivamente renuncie a la violencia, pero conviene ir teniendo algunas cosas claras precisamente en los asuntos más espinosos que habrá que abordar.

Por eso me ha parecido especialmente meritorio que la Fundación Sabino Arana organizase el pasado mes de junio el seminario "Paz en positivo. Un reto posible" en el que pudimos escuchar a víctimas y victimarios del Norte de Irlanda y a familiares israelíes y palestinos que han sufrido los efectos de la violencia y que trabajan conjuntamente.

Ahora, la revista Hermes que edita la Fundación nos presenta bajo el título "El día después" las impresiones de los participantes en aquella cita. Me parece una lectura imprescindible para acercarse al dolor con empatía (reconozco haberme emocionado con el testimonio de Jo Berry) y al fenómeno violento con comprensión alejada de la justificación (muy clarificador el discurso narrativo de Pat Magee).

Jo Berry es hija de Sir Anthony Berry, político conservador británico, asesinado por el IRA en 1984 en el atentado contra el Gran Hotel de Brigton. Pat Magee fue quien puso la bomba.

Jo tiene muy interiorizada la necesidad de la paz como una cuestión ética; su intención al encontrarse con Pat y trabajar posteriormente con él es descubrir cuáles son las razones políticas que conducen a la violencia. Si el diagnóstico es acertado, se podrán poner mecanismos políticos en marcha que destierren para siempre el uso de la violencia

Sin embargo, Pat realiza el camino inverso. El busca la empatía con la víctima que él mismo causó, su lado humano, trata de encontrar una respuesta a algo que quizás no la tenga: de que sirvió matar al padre de Jo más allá de dejar una huérfana que como él mismo admite le "desarmó" en ese primer encuentro por la "decencia y compostura" que mantuvo.

No sé si asistiremos a encuentros similares en Euskadi, aunque ya hemos atisbado algún ejemplo. Me parece muy deseable que así ocurra, pero tras leer a Jo y a Pat no puedo más que manifestar que es una opción enteramente personal que parte de la libre decisión de la víctima y que no tiene ningún sentido forzar estas situaciones. El dolor es individual y merece todo el respeto social. Gracias por delante a los que quieran hacer públicas esas manifestaciones de generosidad.

Brian Currin, que nos visitará en un par de semanas con su Grupo de Contacto Internacional ya configurado, tiene mucha experiencia precisamente en este campo tan delicado. Se podrá o no estar de acuerdo con su participación en las labores de "engrasador" de contactos entre partes diferentes, pero me parece una irresponsabilidad (además de una injusticia) ventilar con descalificaciones infundadas su apuesta por el diálogo en Euskadi y en cualquier conflicto.

Conviene recordar cómo ha llegado Currin a ese complejo mundo de la resolución de conflictos. Parte de una larga trayectoria de diálogo y lucha pacífica (otros abogaban por la violencia) en la Sudáfrica del "apartheid". Como abogado ligado a los sindicatos ganó un prestigio que le convirtió en el encargado del Gobierno de Mandela para los trabajos más delicados en el esclarecimiento de crímenes y el acompañamiento de víctimas hasta la reconciliación con algunos de los responsables de los crímenes.

Su sensibilidad en tan espinosa cuestión y algunos logros objetivos llamaron la atención de la ministra británica para Irlanda del Norte en el gabinete de Tony Blair, Mo Mowlam. Desconozco si Currin tuvo algo que ver en la historia que nos contaron Jo y Pat, pero me consta que trabajó a un lado y otro de la violencia norirlandesa con notable éxito. Logró que policías británicos que campaban a sus anchas en barrios republicanos se convirtieran en apóstoles de los derechos humanos en las propias comisarías. O que miembros del IRA con muertos a sus espaldas admitieran el dolor causado y mostraran su disposición a repararlo.

Si quieren saber de dónde cobra, no tienen más que preguntárselo. Básicamente vive de su trabajo como abogado y para las "misiones especiales" recibe apoyo de la la fundación británica Joseph Rowntree Charitable Trust, en honor al fundador de los chocolates Kit Kat, que tiene inspiración cuáquera (130.000 euros desde 2007). Más auditados están sus gastos en las gestiones vascas. Lokarri admite que ha aportado 15.000 euros en los últimos años en concepto de viajes y dietas. Estos son los datos, aunque seguro que algunos todavía insistirán en desacreditar, siquiera por la vía del insulto, la figura de Currin.

Sorprende esta saña con la que algunos periodistas, incluido el jefe de política de ETB, se han sumado a una irresponsable caza de brujas para ver por dónde pillan a Currin antes de conocer de primera mano cuáles son sus propuestas. Es fácil. Descolgar el teléfono y llamar. Concertar una cita y preguntar. Periodismo básico. Sospecho que las críticas van a arreciar y, si no me equivoco, serán bien encajadas por quien lleva mucho tiempo sorteando obstáculos bastante más complicados. Porque Currin no se rinde tan fácil y porque, siendo muchos los escépticos, su capacidad de convicción ha contribuido a establecer la paz en otros puntos del mundo. ¿Por qué no en Euskadi? Yo le doy la bienvenida. Y seguro que me tocará criticarle.