vitoria. El presidente tunecino Zine El Abidine Ben Alí, en el poder desde hace 23 años, abandonó ayer el país magrebí forzado por la histórica revuelta que se ha extendido a lo largo y ancho del país en el último mes. Ben Alí aterrizó anoche para repostar en el aeropuerto de Cagliari, en la isla italiana de Cerdeña, después de que el presidente Nicolas Sarkozy rechazara su ingreso en Francia. En su lugar, asumió la presidencia interina el primer ministro, Mohamed Ghanuchi. En una breve intervención junto a los presidentes del Congreso y el Senado, Ghanuchi, de 69 años, se comprometió a respetar la Constitución y restaurar la estabilidad en el país. El presidente interino, quien goza de una relativa buena reputación como tecnócrata y no se ha visto involucrado en los casos de corrupción del régimen, pretende hacer frente así a los disturbios.

Mientras, el Ejército ha tomado el control de la situación. Antes de abandonar el país y tras una jornada especialmente violenta, Ben Alí decretó el estado de emergencia, con lo que las fuerzas de seguridad y militares están autorizadas a disparar a una persona que consideran sospechosa si se niega a acatar sus órdenes o intenta escapar. Están prohibidas las reuniones de más de tres personas en las calles y plazas, mientras que, entre las 18.00 y las 6.00 horas, rige el toque de queda.

Miles de personas se concentraron ayer frente a la sede del ministerio del Interio para pedir la salida del poder de Ben Alí, antes de ser disueltos por la Policía. Se estima que durante los disturbios de ayer murieron, al menos, 14 personas, que se suman a los más de 60 fallecidos que denuncian las organizaciones de derechos humanos. Tras estos trágicos sucesos, la agencia de noticias oficial TAP anunciaba la disolución del Gobierno y la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas, una promesa que, sin embargo, no logró aplacar las manifestaciones que se registraban por todo el país. A las 18.15 horas, el presidente, ante la imposibilidad de frenar las protestas, abandonaba el país escoltado por la Fuerza Aérea.

Corrupción y nepotismo Túnez vive desde el pasado 17 de diciembre la mayor oleada de protestas sociales de los últimos 23 años. Cansados de la falta de oportunidades, el desempleo, la precariedad, pero sobre todo del nepotismo y la corrupcion del Gobierno de Zine El Abidine Ben Alí, los jóvenes tunecinos sacaron su furia a las calles. El detonante fue la autoinmolación de Mohamed Bouazizi, un diplomado de 26 años en paro en la región de Sidi Bouziz. "Lo excepcional de esta protesta es la extensión en el timpo y la geografía. Ha habido anteriormente muchos movimientos sociales, como la revuelta que se vivión en Gasfa en 2008, pero siempre muy contenidos. Esta vez, aunque se impuso el bloqueo informativo y el cerco policia inmediatamente, la noticia se logró difundir a través de internet y las redes sociales como Facebook y Twitter", explica Berenice Michard, representante de la ONG Acsur-Las Segovias en el Magreb.

Lo que empezó como una protesta de los jóvenes universitarios por el desempleo (13%, aunque entre los jóvenes diplomados es de 23%), se convirtió en una feroz crítica contra la corrupción y el nepotismo del Gobierno, así como una exigencia por mayores libertades, en un país donde rige una brutal censura y la oposición está prácticamente ilegalizada. "Su duración en el tiempo ha ido demostrando aspiraciones democráticas más allá de una reivindicación social por el empleo y las condiciones de vida dignas", prosigue Michard, quien considera que la crisis económica "ha provocado un aumento de la tensión". "Podemos decir que había una suerte de pacto tácito de prosperidad económica a cambio de falta de libertades públicas, pero en el momento en que este modelo ha ido exhibiendo sus límites en cuanto a desarrollo económico, las aspiraciones de democracia se han ido expresando", concluye. "Ben Alí ha gestionado el país en clave patrimonialista, reprimiendo sistemáticamente cualquier forma de oposición a su gobierno, al teimpo que apostaba por el logro de un cierto nivel de desarrollo económico con intención de "comprar la paz social" de los poco más de diez millones de tunecinos", coinciden Laurence Thieux, investigadora y especialista en el Magreb del Instituto de Conflictos Armados y Ayuda Humanitaria (Iecah). Túnez ha sido el modelo de desarrollo en el norte de África, hasta la crisis económica de 2008, que dejó al descubierto un sistema económico basado en la corrupción y el nepotismo. Para un joven con estudios, encontrar trabajo era casi imposible si no pagaba al funcionario de turno o estaba bien conectado. Y el símbolo de este despotismo es la familia de la esposa de Ben Alí, los Trabelsi, que se han beneficiado de un importante proceso de privatizaciones iniciado en los año 80. "A la familia de Laila Ben Alí se le han ido entregando medios de comunicación, empresas estatales. Su familia y la del presidente dominan la economía del país", comenta Berenice Michard.

Reacción internacional El régimen de Ben Alí respondió a esta ola de protestas con la fuerza, llengando incluso a disparar con fuego real a los manifestantes. Esta respuesta le ha costa la condena de organizaciones de derechos humanos, que han llegado a cifrar los muertos en 66. Sin embargo, la reacción europea no ha sido tan contundente como suele ocurrir en este tipo de acontencimientos ocurridos en países autoritarios. "Túnez es un socio privilegiado de la UE, con quien está negociando un estatuto avanzado. Túnez está erigido como el socio modelo por su prosperidad económica, su control de los flujos migratorios hacia Europa y el control de extremismo islamisa, un control que se ha ejercido a través de una represión brutal y de una violación de los derechos humanos y las garantías procesales y jurídicas básicas", apunta la representante de Acsur-Las Segovias en el Magreb. "El régimen tunecino, uno de los más cerrados y represivos de la zona ha gozado de la benevolencia de la comunidad internacional que ha dado prioridad en su agenda a la estabilidad política. Una posición reforzada, aún más, en el contexto de guerra contra el terrorismo", agrega la investigadora Laurence Thieux. Durante la crisis, la más contundente ha sido la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, quien calificó la represión como "inaceptable" y condicionó el "estatuto avanzado" al respeto a los derechos humanos en el país.

Ayer, la comunidad internacional llamó unánimemente al diálogo y a la calma. En ese sentido, Francia, país del que Túnez se independizó en 1956, aseguró que "toma nota de la transición constitucional" anunciado por el primer ministro Ghanuchi. En un comunicado, el Palacio del Elíseo afirmó que "Francia desea el apaciguamiento y el fin de la violencia" y subrayó que "solo el diálogo puede aportar una solución democrática y duradera a la crisis actual".

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