Vitoria. Ataviado al más puro estilo cowboy con un llamativo sombrero de ala ancha, Iñaki Aldekoa parece haber rubricado un pacto con el mismísimo diablo para sortear las 70 primaveras que le contemplan. Una edad en la que la mayoría disfruta de su jubilación, pero en la que el dirigente abertzale ha renovado su ilusión por mantenerse en la pelea política. Atrás quedan los años de la clandestinidad, la cárcel y el temor que le acompañó al separarse de la izquierda abertzale hoy ilegalizada. El que fuera uno de los fundadores de Aralar aparta la dialéctica políticamente correcta y narra a los lectores de DNA sin envoltorios superfluos algunos de los pasajes que marcaron la evolución de la política vasca y también de su propia vida.

¿Su ilusión por la política es la misma que le llevó a militar en Eusko Gaztedi hace más de medio siglo?

En este momento estoy muy ilusionado, quizá porque me parece ver que finalmente puede haber una opción por lo que he luchado: la emergencia de una izquierda abertzale política que equilibre al nacionalismo histórico y donde la violencia quede relegada definitivamente. Esta posibilidad, que no va a ser inmediata, me ilusiona.

Tras pasar por la cárcel se desligó del mundo político y residió en Chile durante cuatro años. ¿Qué le hizo retomar esta senda?

Me he retirado dos veces de la política, la última fue la que nombra. Me llamó la atención el tema de Aralar y participé a medio gas. He simultaneado mi profesión con la política.

¿La política es adictiva?

No soy político, soy luchador político. En nuestro país hay muchas personas que son luchadores de izquierdas que nunca nos hemos visto como profesionales de la política. De hecho, a mí la política me ha costado mucho en términos profesionales, laborales y familiares.

Los profesionales metidos a políticos padecen peligro de extinción.

Son épocas distintas. Yo empiezo la lucha política en pleno franquismo, en el 59 estuve en la cárcel por primera vez. En esa época no podíamos separar la violencia de ETA de la del franquismo, era una respuesta tras otra. Con la llegada de la Transición hubo una gran oleada de mucha gente que se lanzó a la política con ilusión y de forma inconsciente. Ahora ha cambiado mucho la cosa y, efectivamente, la mayoría de los políticos son profesionales.

Usted salió elegido para representar a Herri Batasuna en el Congreso, aunque finalmente decidieron no acudir. ¿Fue un error?

Ha sido una pelea interna que siempre hemos tenido en Herri Batasuna. Una parte pensábamos que debíamos ir a las elecciones y participar en cualquier institución, aunque fuera limitadamente. Lo que estaba fuera de toda duda para nosotros era que debíamos actuar en las instituciones vascas, pero la línea KAS, que era mayoritaria, se oponía y el rechazo duró hasta los años noventa. Fue un gran error, porque hoy en día está totalmente demostrado que es necesaria esa participación para que una opción política tenga proyección. Recuerdo que en las primeras elecciones generales sacamos dos diputados, Telesforo de Monzón y Francisco Letamendia, Ortzi. Debatimos si debíamos ir a la primera sesión, porque, además, Telesforo era el diputado de más edad y hubiera presidido la Mesa. Yo salí diputado en 1986, recién salido de la cárcel, junto a otros cuatro compañeros. Sólo tomamos las credenciales pero no participamos.

¿Cómo recuerda la escisión que alumbró a Aralar?

Entonces existía Euskal Herritarrok y estaba compuesto por varios partidos: Herri Batasuna, Zutik, Batzarre, ANV.... En la fase final de Lizarra uno de los objetivos era formar una coalición electoral y se iniciaron los debate constituyentes de lo que luego se llamó Batasuna. En este debate surgen varios grupos organizados, entre los que estaba Aralar. En marzo de 2000 Euskal Herritarrok no participa en las elecciones y eso nos pareció mala señal. Nos organizamos como corriente y en julio de ese año comenzaron los debates. En 2001 da la impresión de que ETA iba a proponer la abstención de nuevo de cara a las urnas y entonces nos salimos del proyecto constituyente de Batasuna y constituimos Aralar como partido.

¿Por qué decidieron no participar en las elecciones de 2001?

Euskal Herritarrok decidió presentarse y nos prometió que si de ellos dependía Mayor Oreja no iba a ser lehendakari. No hubiéramos sumado tanto y los votos que perdió EH fueron a la coalición PNV-EA. Se consiguió que la coalición superara la suma de PSE-PP. Dos años después debutamos en las urnas y nos presentamos a las elecciones municipales y forales. Además, es necesario recordar que nosotros nos registramos como partido en marzo de 2001, dos meses antes de las elecciones autonómicas y tres o cuatro antes de que se constituyera Batasuna. Así que Aralar se constituyó antes, por lo que no es correcto hablar de escisión, como muchas veces se dice.

Esta separación de caminos les granjeó muchos enemigos en la izquierda abertzale ahora ilegalizada. Ustedes eran "los traidores". La diferenciación fundamental con la línea de Batasuna reside en que nosotros no compartíamos la lucha armada; considerábamos que el derecho a decidir debía ser expresado en los ámbitos que democráticamente estaban consolidados, un tema que Batasuna no tiene del todo digerido; y el tercer elemento es la estructura democrática interna: Herri Batasuna estaba condicionada por una estructura de doble militancia y con elementos que estaban al mismo tiempo en mesas político-militares. Eso daba lugar a un sistema no democrático dentro del partido. Nosotros no lo compartíamos, porque pensamos que la izquierda abertzale política tiene que tener estructuras políticas propias, sin dobles militancias ni comisarios políticos.

En su claro rechazo a la violencia, ¿por qué huyeron de la expresión "condena"?

Esta expresión tiene un componente ético-moral en el que nosotros no queríamos entrar, porque este aspecto es muy manipulable. En segundo lugar, pensamos que la condena de ETA podría ser interpretada como la condena de toda su historia y no estábamos dispuestos a eso. Fuimos muy cuidadosos y una vez que se entendió nuestra doctrina, cuando hubo atentados con muertos no solamente hicimos un rechazo político sino también una reprobación moral en la que utilizamos la palabra condena.

¿Temió en algún momento que hubiera represalias por parte de sus antiguos compañeros?

A Patxi (Zabaleta) y a mí se nos hizo una advertencia muy clara y tomé la amenaza en serio, porque sabía cómo funcionaban esas cosas. Me mandaron un recado a través de una persona: con la mano me hizo el gesto de la cruz. Eso al margen de las agresiones, pintadas, insultos...

¿Ha acabado este odio?

Hoy en día todavía tengo que oír por la calle algún "Aldekoa, hijo de puta", pero respecto a los insultos tenemos la piel de elefante.

¿El escenario político actual es el más esperanzador que le ha tocado vivir?

No, para nada. Lizarra era el paraíso, era el comienzo de la izquierda abertzale política que englobaba a buena parte de los que estamos en el Acuerdo de Gernika pero que además implicaba en un pacto estratégico al PNV, al nacionalismo histórico, cosa que ahora no existe.

Esta etapa le pilla en Chile. ¿Cómo le llegaron los movimientos que se registraban en Euskadi?

(Se ríe) Todavía recuerdo la cara de susto que tenían Mayor Oreja y Aznar cuando salieron en la televisión valorando la tregua de ETA. Me llegaba toda la información porque estaba en contacto directo con la gente de Herri Batasuna. Conozco ese ambiente y sé de la ilusión enorme que había. Han pasado más de diez años, las condiciones ahora son más duras y los partidos constitucionalistas han crecido mucho gracias a los errores que ETA impuso en la izquierda abertzale. Se ha retrocedido mucho. Pero tengo ilusión porque los objetivos para los que nació Aralar se han ido abriendo paso y es evidente que las propuestas de Zutik Euskal Herria y las de Batasuna son las de Aralar.

Defienden el regreso a las urnas de Batasuna, pero todo parece indicar que ustedes serán unos de los principales damnificados en las urnas.

No creo. Hay que tener en cuenta que si Batasuna puede volver a la lucha institucional se producirá en las coordenadas que Aralar ha defendido en los últimos diez años. En segundo lugar, creo que Aralar tiene un espacio propio ganado y ha consolidado un estilo. Además, sabemos que a un cierto plazo se va a propiciar el reencuentro de la izquierda abertzale.

¿Cuándo se producirá este reencuentro?

Allá por el horizonte de las autonómicas de 2013.