CURIOSAMENTE, el primer impulso judicial tras el mitin protagonizado por Arnaldo Otegi aquel 14 de noviembre de hace seis años en el velódromo de Anoeta no fue investigar si quienes lideraron el acto incurrieron en un delito de enaltecimiento del terrorismo, sino si éste suponía una violación de la sentencia de ilegalización que pesa sobre Batasuna en virtud de Ley de Partidos.
Y es que entonces, como ahora, Euskadi se hallaba en los prolegómenos de una precampaña electoral. Aquel 2004, la Comunidad Autónoma Vasca encaraba el sprint final de la legislatura autonómica sumergida en la fase definitiva del debate en el Parlamento Vasco de la Propuesta de Nuevo Estatuto, el conocido Plan Ibarretxe, a sólo cinco meses de los comicios en los que, a priori y como luego se certificó equivocadamente, la izquierda abertzale histórica iba a consumar su salida de la Cámara vasca. Por eso, una de las sospechas que pesó sobre la iniciativa Orain herria, orain bakea fue, precisamente, su presunto carácter táctico, con vistas a poder estar presente en las urnas.
Aquel 14 de noviembre se esperaba, entre otras cosas, un emplazamiento a ETA. En parte porque el contexto político en España, con el atentado del 11-M ocho meses antes y la posterior llegada al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, sumado a la ausencia de atentados mortales desde mayo de 2003, la carta de seis relevantes presos de la organización cuestionando la lucha armada y la detención de dos históricos de la dirección de ETA un mes atrás -Mikel Antza y Soledad Iparagirre, Anboto-, habían abonado el terreno de la especulación sobre movimientos en torno a un eventual proceso de paz.
el ambiente
Expectación y puesta en escena
Y no hubo emplazamiento a ETA, pero en Anoeta se sentaron las bases del proceso de Loiola, el sistema de doble mesa que, por primera vez, relegaba a la organización terrorista del foro político. Batasuna era clara sobre esta expectativa, así lo trasladó al amplio grupo de periodistas que reunió un día antes en su sede donostiarra de Igara: "(En Lizarra) empezamos por la cumbre y fue catastrófico, sobre todo para nosotros". La apuesta, continuaban, era empezar "por el campamento base, a la tregua ya llegaremos".
Aquella rueda de prensa embargada daba prueba del cuidado con el que la izquierda abertzale preparó Anoeta. En aquella reunión, los representantes de Batasuna ya advirtieron de que las líneas maestras del documento que iban a presentar al día siguiente habían sido trasladadas "a los agentes políticos y al lehendakari". Luego se conocerían los contactos que venía manteniendo el propio Arnaldo Otegi con Jesús Eguiguren desde años atrás.
Así que dos elementos dominaron el mitin: la expectación y la cuidada puesta en escena. 15.000 personas se reunieron en el velódromo en presencia de una nutridísima representación de periodistas que incluía a 15 canales de televisión, entre ellos la BBC. Todo esto porque el discurso que aquel día pronunció Otegi -con el recurso de la kefia en recuerdo del recientemente fallecido Yaser Arafat, a quien parafraseó enarbolando "una rama de olivo, que nadie la deje caer"- iba destinado a explicar la propuesta política a los suyos -"la negociación más dura es la de casa y ya lo hemos hecho"- pero, sobre todo, al resto.
La meticulosa escenografía se concentraba sobre un escenario desnudo salvo por la presencia de las banderas de Euskadi y Navarra y otra con el anagrama de Batasuna bajo una sobria iluminación blanca centrada sobre las tablas, que sirvieron de marco para actuaciones de baile, música y varios vídeos. En el acto hubo muchas ikurriñas, algunos gritos del público -ETA, herria zurekin o bakerik ez amnistiarik gabe - y algunas imágenes de miembros de Batasuna y de ETA fallecidos. Arnaldo Otegi terminó su discurso con otra consigna coreada por el público: "Gora Palestina, gora Batasuna, gora Euskal Herria askatuta".