Vitoria. Retrasa un día la entrevista por razones del ir y venir a Madrid al que se ha abonado desde su entrada en el Senado. Han pasado tres años desde que soltara las riendas de la Diputación Foral de Álava pero los recuerdos siguen intactos en su mente. Sus "ocho mejores años" de trayectoria política encierran detalles que no figuran en ninguna hemeroteca. Hoy los desvela a los lectores de DNA.

¿Queda algo de la política que le atrajo en su juventud?

Entonces vivíamos una política de pegar carteles, de mucha bronca en la calle, de mayor ilusión. Acababa de llegar la democracia y ahora vemos más política de ordenador, de mensajes, de menos contacto con el ciudadano, algo que no veo muy positivo. Ahora hay gente más conocedora de las técnicas de comunicación y se prima mucho más la juventud. En aquel momento había gente con un gran prestigio profesional que participaba en política.

¿Hemos pasado de profesionales metidos en política a profesionales exclusivamente de la política?

Desde luego hay un gran profesionalismo. La política es muy dura y antes también lo era, pero la ilusión que teníamos por que la democracia fuera por donde tenía que ir era mayor. Hemos olvidado esa etapa y la política ahora es muy antipática, con descalificaciones personales entre los políticos y de los medios periodísticos con los políticos; siempre te están buscando las cosquillas. Entiendo que no sea un panorama demasiado atractivo para gente con una buena situación económica y prestigio profesional.

¿Puede ser una consecuencia del desinterés social por la política?

Desgraciadamente no sólo hay desinterés, sino que la clase política tiene una imagen que es la que es. A veces es injusto, pero otras veces nos lo merecemos. Siempre que se descubre alguien por un acto de corrupción o una mala política respondemos con el "y tú peor", en lugar de tomar medidas en nuestra propia organización. Eso nos lleva al descrédito. ¡A veces hasta da vergüenza decir que uno es senador¡ (Se ríe). Y eso que hace veinte años un señor decía que era senador y toda la atención se centraba en él. Ahora casi es mejor pasar desapercibido si estás metido en política.

Presume de haber logrado más amigos que enemigos. ¿Cuál es la fórmula?

Creo que lo he conseguido y me satisface, pero no tengo ningún mérito. La fórmula es nunca hacer descalificaciones personales, limitarse a la crítica política. No me sale el insulto o la descalificación grosera, no me sale. Dios me ha dado algunas virtudes, pues soy simpático. Voy por la calle y me puedo tomar vinos con gente de todo tipo de pensamiento político, tanto aquí como en Madrid. Sé separar lo que es la política de lo que es estar a gusto con una persona.

¿Cansa escuchar lo campechano que es Rabanera?

Mi mayor virtud, junto a mis muchísimos defectos, es que seguí siendo el mismo cuando fui diputado general. Me gusta tomar mis vinillos, no soy de esos políticos que se esconden, que están en una especie de urna de cristal... Estoy a gusto en contacto con la gente, aunque alguno ya me ha dicho alguna burrada, no se vaya a pensar. De mi padre y de mi madre ya se han acordado, ya.

Después de una amplia etapa en la oposición, llegó al sillón foral en 1999. ¿Hubo muchas llamadas preguntando por "qué hay de lo mío" o queriéndose cobrar cuentas pendientes?

Me venía mucha gente diciéndome "oye, me ha preguntado por ti uno que es un gran amigo tuyo", y yo apenas conocía de nada a esa persona (se ríe). Se nota que el poder va acompañado de todos esos elogios que hacen de tu persona, "qué bien has estado, Ramón", y luego te enteras de que han dicho todo lo contrario a tus espaldas. Cuando se acaba el cargo también se nota: el teléfono suena menos, los saludos no son tan efusivos... Pero es una cosa que yo tenía asimilada y la mayoría de la gente con la que tenía amistad se comporta de la misma manera.

En su segunda legislatura al frente de la Diputación se produjo el único cese de un diputado forzado por una moción de censura, el del entonces titular de Bienestar Social, Enrique Aguirrezábal. La oposición también presentó otras dos iniciativas, una contra usted, pero no prosperaron. ¿Vio su cabeza peligrar en algún momento?

Fue una gran injusticia y todavía nadie me ha explicado el porqué de la moción contra Enrique. Le pegaron al pobre un bofetón que me querían pegar a mí para desgastarme. La moción de censura tiene que estar basada en una gestión desastrosa y eso no se producía. En la vida política no debe valer todo, porque se juega con el prestigio de los políticos. Creo que el PNV pagó luego en las elecciones forales la moción que presentó contra mí y que no prosperó.

Entonces el PSE le echó un capote y evitó su cese. Ahora los socialistas gobiernan en Ajuria Enea con el apoyo del PP. ¿Dos muestras del oasis vasco frente al perenne enfrentamiento en el resto del Estado?

Siempre he reconocido que fui diputado general gracias al PSE. Fue una etapa económica y social muy buena, y se demostró que no pasaba nada malo por que el PP gobernara por primera vez una institución tan importante en el País Vasco. Fui de los que más echó una mano para conseguir aquel famoso Concierto Económico, "el mejor de todos los posibles", como dijo el propio lehendakari Ibarretxe. Tuvimos buenas relaciones con las demás diputaciones y con el lehendakari, en momentos tan complicados por el Plan Ibarretxe. Ese cambio se consiguió por el apoyo del PSE a mí persona, y yo se lo tengo que agradecer. A mí me gustaría que en estos momentos el PSE hiciera una reflexión en Álava para que volviésemos a tener un cambio para lo que es una mayoría social no nacionalista esté gobernando otra vez las instituciones más importantes. Ojalá sea así.

¿En este escenario da por hecho que si el PP saca un solo voto más que el PSE en Álava gobernará?

No lo doy por hecho, pero debería ser así.

¿Y si fuera al revés?

También. Lo que hay que intentar es buscar el acuerdo. Y recuerdo que con Fernando Buesa tuve grandes discusiones en 1999, pero con él se sabía que se podía llegar a un acuerdo. Lo que no entendería nadie es que con el esfuerzo que está haciendo el PP para apoyar al lehendakari, ellos no hicieran el mismo esfuerzo en Álava.

¿Le ha dado algún consejo a Javier de Andrés si llega a ser diputado general?

No necesita consejos. Ha trabajado conmigo muchos años y no le puedo dar lecciones. Sólo le pediría que entienda la diversidad de Álava y que atienda a todos por igual.

¿Ése fue su primer objetivo cuando llegó a la Diputación?

Lo primero que hice como diputado general fue una visita a Llodio. Y estaba entonces de alcalde el pobre Pablo (Gorostiaga), digo pobre porque está ahora en la trena, con quien yo a nivel personal he tenido una buena relación. Sabiendo cada uno dónde estaba, fue siempre amable.

¿Y en lo que a la gestión se refiere, cuál fue su receta?

Las políticas sociales están condicionadas por el aspecto económico y las políticas económicas, por muy gran diputado general que seas, son muy difíciles de liderar. También están condicionadas por temas como la crisis actual. En cambio, una política de entendimiento, que la gente se sienta a gusto, corresponde más a los que están gobernando instituciones como la Diputación foral.

Viendo los presuntos casos de corrupción a los que se enfrenta el PNV, ¿se ha puesto en la piel de Xabier Agirre?

Ellos deberían ponerse en la mía cuando pedían una comisión de investigación cada dos por tres. Hemos demostrado tener más altura moral. Por cierto, cuando yo estuve en la Diputación jamás me acordé de mis antecesores si no fue para elogiarlos. Lo digo porque desgraciadamente creo que la actual corporación no ha hecho lo mismo. Cuando Agirre termine de diputado general le pararé un día por la calle y le diré un par de cosas.