Benjamin Netanyahu y Mahmud Abbas se dan la mano, en presencia de Hillary Clinton, durante uno de los primeros encuentros de esta fase de la negociación.

¿De qué hablan Abbas y Netanyahu?

EL enquistado conflicto de Oriente Medio ha contemplado cómo fracasaban, uno tras otro, los numerosos intentos por solucionarlo. ¿Qué piden los palestinos?, ¿Que exigen los israelíes? ¿Qué se dicen en la mesa de negociación? ¿Qué hace el mediador de EEUU para que se llegue a un acuerdo?... Las respuestas a estos interrogantes han venido siendo filtradas con cuentagotas y siempre con el fin de poner a la opinión pública del lado del filtrador.

Los palestinos quieren básicamente que Israel les permita tener un Estado propio en el que puedan desarrollarse como país, que las tropas hebreas abandonen los territorios ocupados en la Guerra de los Seis Días (1967) , que sean desmantelados los asentamientos judíos en territorio palestino en los que viven unos 250.000 israelíes -la mayoría pertenecientes a los grupos judíos más radicales-, que la capital del Estado palestino se ubique en el este de Jerusalén y que regresen los más de tres millones de refugiados palestinos. Unas demandas que Israel no está dispuesto a conceder, al menos las más importantes.

La hoja de ruta de Tel Aviv transita por parámetros muy distintos. Israel pide que cesen los ataques en su territorio, que los palestinos reconozcan el Estado de Israel -en esta negociación han dado una nueva vuelta de tuerca y exigen el reconocimiento de Israel como Estado judío, que acepten los asentamientos construidos en territorio palestino, que abandonen la reivindicación de la vuelta de los refugiados y de la devolución de más territorio y que Israel mantenga cierto control militar sobre el territorio palestino para garantizar su seguridad. Posturas, a priori irreconciliables pero que en 2000 llegaron a estar tan cerca, que el acuerdo estuvo a falta de una firma; la de Arafat.

En aquellas conversaciones de Camp David el entonces primer ministro, Ehud Barak, llegó a ofrecer la devolución de hasta casi el 100% del territorio palestino anterior a 1967, el este de Jerusalén e incluso el controvertido Monte del Templo y reconocer el derecho de retorno de los refugiados, aunque no todos a Israel. Pero la solución dada a Jerusalén y al retorno de los refugiados no llegó a satisfacer totalmente a Arafat. Aquella -con Bill Clinton como impulsor- fue la mayor concesión que Israel ha estado dispuesto a rubricar. A partir de ahí sólo ha habido retrocesos.

Arafat negociaba como un experto jugador de póquer, nunca presentó un mapa en el que contemplara sus pretensiones, nunca dijo hasta dónde quería llegar y nunca dio ninguna pista a los negociadores rivales. Él pedía los mapas israelíes para estudiarlos y quería que ellos pusieran sobre la mesa sus propuestas para trabajar sobre ellas, pero nunca desempolvó las suyas. Y eso sacaba de quicio a los israelíes. Mahmud Abbas -en Israel se le conoce como Abu Mazen- era el alumno aventajado de Arafat, no en vano era jefe de la delegación negociadora palestina. Era frío como su jefe, pero ahora, debilitado por el cisma interno con Hamás, propone partir de la oferta que Ehud Olmert hizo durante los contactos auspiciados por George W, Bush. La negociación total era cosa de Arafat, y Abbas no es Arafat.

Los escollos que impidieron la firma de la paz en Camp David siguen sobre la mesa y las posturas enrocadas. Israel se agarra a la política de hechos consumados y quiere que las colonias en territorio palestino más pobladas pasen a pertenecer a Israel cambiando estos enclaves por territorio israelí, evidentemente sin el mismo valor. Además, la actual seguridad de Israel se apoya en el ultramoderno sistema de alerta temprana con instalaciones construidas en territorio palestino que consideran "estratégicas" e irrenunciables. En resumen, Tel Aviv ha dibujado su mapa sobre el terreno con pinceles de hormigón: el muro de separación. Esa es la frontera que pretenden eternizar por medio del acuerdo. Y es que Netanyahu no lo tiene mejor que Abbas ya que su Gobierno está atrapado por los vitales votos de la ultraderecha.

Otro tema crucial es la partición de Jerusalén, con Arafat el escollo era el Monte del Templo o explanada de las mezquitas, bajo el cual se encuentra el lugar sagrado judío, que provocó la primera intifada palestina. De los refugiados..., Israel no quiere ni hablar. Podrían reconocer sus derechos... pero se niegan a autorizar su retorno. En ello -dicen- les va la supervivencia.

las claves

Arafat era frío y negociaba como un experto jugador de póquer. Nunca desveló sus intenciones a Israel

El acuerdo exige unas concesiones que ni Netanyahu ni Abbas serían capaces de explicar a los suyos

Yaser Arafat. Foto: dna