"La confianza es frágil como el cristal; cuando se agrieta no se puede recomponer". Aún resonaba en mi cabeza este refrán árabe extraído de la novela El secreto del calígrafo, del sirio Rafia Schami, cuando en esas lecturas de verano cambio de tercio y me lanzó a leer El triángulo de Loiola. Crónica de un proceso de negociación a tres bandas (Ed. Ttarttalo), del periodista Imanol Murua Uria. Y allí descubro que como buen proverbio, éste también tiene carácter universal.

El libro de Murua es un extenso reportaje, muy documentado, de lo que ocurrió en Loiola en las conversaciones que en los meses de septiembre, octubre y noviembre de 2006 mantuvieron PNV, PSE y Batasuna. Como quiera que suenan otra vez tambores que anuncian diálogo, me parecía un buen ejercicio repasar las claves de un fracaso para tratar de buscar los aciertos de un futuro éxito.

No es sencillo y omito los contactos directos entre ETA y el Gobierno español. Lo hago porque considero que ETA firmó su final en Barajas y porque sería estéril, además de injusto, revolver sobre acusaciones mutuas de incumplimientos. Me interesa más la política que la violencia, cuya inmoralidad no merece mucho más allá de una condena explícita.

La primera impresión es que quienes se sentaban en aquella mesa no tienen la sensación de haber estado hablando de lo mismo. Y otro elemento común: fue la falta de confianza entre los interlocutores e incluso dentro de los propios partidos a los que representaban los que dieron al traste con el intento.

PNV, tarde. El partido con mayor respaldo en la CAV fue el que llegó a mesa puesta, sin haber participado en la cocina, llamado (según versión de Urkullu) para ejercer algo parecido al de papel de árbitro en un diálogo que ya presentaba fisuras previas. En esas condiciones, es muy difícil liderar unas conversaciones cuando el empeño de los otros dos agentes era restar importancia a su papel hegemónico que entonces representaba el lehendakari Ibarretxe al frente del Gobierno Vasco. La conclusión es bien sencilla si se trata de no repetir errores: el PNV no puede ser un espectador al que conviertan en actor cuando surgen apuros. O está desde el principio en la cocina o será difícil contar con su consenso en futuros acuerdos.

¿Batasuna o ETA? Otegi lo niega, pero los demás no le creen. Según Arnaldo Otegi, la decisión de Batasuna de cambiar a última hora lo que previamente se había acordado, exigiendo unos máximos que ponían patas arriba los difíciles consensos alcanzados en las reuniones previas, no fue una exigencia de ETA.

Lo cierto es que los demás así lo interpretaron y cundió la desconfianza: ¿con quién hablaban realmente PNV y PSE? Si a ello añadimos que las conversaciones de Loiola obedecían en cierta manera a la necesidad de alcanzar un acuerdo político que impulsara un acuerdo "técnico" en el "carril de arriba", se había quebrado otro de los principios proclamados en Anoeta: no mezclar la paz con la política.

Lección: Batasuna, llamémosla ahora izquierda abertzale, tiene que hacer creíble ante sus interlocutores que es un agente político sin la tutela o presión de ETA. Y en ello sigue.

PSE: ¿Lo sabía el PSOE? La primera vez que leí el acuerdo de Loiola que luego quiso cambiar Batasuna pensé que había sido el PSOE el que se había negado a suscribirlo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando supe, y ahora certifico con los datos que aporta Murua, lo que sucedió después.

Pero no parece que fuera yo sólo el que dudaba de que los socialistas pudieran aceptar un acuerdo que encarrilaba las relaciones entre la CAV y Nafarroa o que aceptaba una formulación (suavizada, sí) del derecho de autodeterminación. Para entonces las dudas anidaban nada menos que en la cabeza de Jesús Eguiguren, uno de los muñidores del acuerdo. Según cuenta, el PSOE no era muy consciente de lo que significaba. Ni siquiera Ares, el otro interlocutor socialista, parecía saberlo.

Otra lección: convendría saber exactamente el alcance de lo que se está acordando para no asistir a un incumplimiento reiterado al día siguiente de la firma.

Y por último. Coinciden Otegi y Eguiguren en que todo fue más fluido sin comunicado de ETA, que a partir de entonces la presión externa condicionó las conversaciones, que todo se hizo más difícil. ¿Es una pista que explique este largo silencio de ETA cuando muchos esperan un comunicado?