Los sabotajes callejeros sufridos en la noche del pasado día 7 en Maruri y Ondarroa, en los que se quemaron varios contenedores, fueron el prólogo de una serie de acciones que han hecho saltar las alarmas en previsión de que estos últimos actos de kale borroka sean el preludio de un acción más dura, en este caso por parte de ETA. No han sido los primeros, el pasado junio, desconocidos arrojaron cócteles molotov y pintura contra la sede de la Ertzaintza en Agurain; fue el primer ataque de kale borroka tras la presentación del Polo Soberanista por parte de la izquierda abertzale y EA.

El temor a un recrudecimiento de la violencia anida pública y privadamente en el seno de las cúpulas de varios partidos políticos vascos, que se basan en lo sucedido en 1999, cuando se fue al traste la tregua decretada por la organización armada coincidiendo con los acuerdos de Lizarra-Garazi, o en 2006, cuando la bomba en el T-4 de Barajas hizo saltar por los aires las expectativas creadas tras otro alto el fuego. En ambas ocasiones, la ruptura del cese de actividad armada de ETA vino precedida de un aumento de los actos de kale borroka en los meses previos.

Desde 2004, el pasado año fue en el que menos acciones de kale borroka se registraron, un total de 130. En el primer trimestre del presente año sólo se han contabilizado media docena de acciones. El debate en el seno de la izquierda abertzale oficial, del que surgió el documento Zutik Euskal Herria; el compromiso de acuerdo estratégico firmado por EA y la izquierda abertzale tradicional en el Palacio Euskalduna de Bilbao, y el hecho de que el pasado 30 de julio se cumpliera un año desde el último atentado mortal planificado por parte de ETA, en Palma de Mallorca, habían levantado expectativas para una resolución favorable al proceso.

Sin embargo, a los sabotajes de Maruri y Ondarroa siguieron los de Zarautz, Zalla, Andoain, y los últimos en Azkoitia y Gasteiz. Demasiados actos como para circunscribirlos a meros hechos de "gamberrismo radical" como en un primer momento calificó el Departamento de Interior del Gobierno Vasco a lo sucedido en Zarautz.

Los precedentes de anteriores procesos de resolución no invitan al optimismo, aunque es obvio que el actual momento de la izquierda abertzale tradicional es diferente. El 3 de diciembre de 1999 ETA ponía punto final a la tregua que había decretado el 16 de septiembre de 1998. Cuatro días antes, el 12 de septiembre de 1998, PNV, EA y HB habían firmado los acuerdos de Lizarra. En enero de 1999, representantes de Jarrai aseguraron que "la kale borroka no era un obstáculo para la paz" . No obstante, a partir del verano se reprodujeron los actos de sabotajes callejeros, siendo los meses de septiembre y octubre, con 36 y 33 ataques respectivamente, los más virulentos.

El 3 de diciembre de 1999, tras 439 días, ETA daba por finalizada la tregua. El 21 de enero de 2000 era asesinado en un atentado en Madrid el teniente coronel Pedro Antonio Blanco. Era la primera víctima mortal tras la tregua. Aquel año 2000 fue especialmente sangriento. Fueron asesinadas 23 personas, entre ellas Fernando Buesa; José Luis López de la Calle; el fiscal Luis Portero; o el militar Francisco Casanova.

El 22 de marzo de 2006, ETA anunciaba un alto el fuego permanente. Con Zapatero en la Moncloa, la organización armada aseguraba en su comunicado que "la superación del conflicto, aquí y ahora, es posible".

A partir del mes de agosto, hubo un incremento de la kale borroka. Desde el Gobierno Vasco, la entonces portavoz Miren Azkarate señalaba que no se podía mirar a otro lado mientras se mantuvieran la violencia callejera. Septiembre fue un mes especialmente febril con ataques en Vitoria, Donostia, Getxo, Oiartzun o Errenteria. Entonces, como ahora, se exigió una condena por parte de la izquierda abertzale oficial de unos actos que fueron catalogados "no como una algarada incontrolada o espontánea, sino algo bastante mejor planificado".

El rebrote de la kale borroka acabó con el atentado contra la T-4 de Barajas, el 30 de diciembre de 2006, en el que murieron los ecuatorianos Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio y con el que se puso punto final a la tregua.