EXISTEN varios ejemplos, tanto del PP como del PSOE, que demuestran que ser ministro no es garantía de triunfo cuando hay que enfrentarse al electorado más próximo.
Hay que remontarse a la etapa predemocrática para encontrar el primer ejemplo de ministro que, luego ya con la Constitución de 1978 en vigor, dirigió una comunidad autónoma: Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo entre 1962 y 1969, de Gobernación con Carlos Arias Navarro y presidente de la Xunta de Galicia desde 1990 a 2005.
Pocos son los que han tenido éxito en su incursión en el ruedo autonómico. De los siete ex ministros que han intentado este reto, sólo tres han superado la prueba: Esperanza Aguirre, José Montilla y José Antonio Griñán.
Responsable de Educación y Cultura en el primer Gobierno de José María Aznar (PP), entre 1996 y 1999, Aguirre tuvo ocasión de presidir después el Senado antes de recalar en la Comunidad de Madrid.
José Montilla, alcalde de Cornellá de Llobregat durante 19 años, ocupó dos años la cartera de Industria con Zapatero antes de ser designado candidato del PSC a la Generalitat de Cataluña.
Trece años tuvieron que pasar para que Griñán pudiera entrar en este club, ya que dejó de ser ministro de Trabajo cuando el PSOE perdió las elecciones en 1996 -antes había sido titular de Sanidad- y hasta 2009 no consiguió hacerse con las riendas de la Junta de Andalucía.
Hasta hora, en cambio, no ha tenido suerte Josep Piqué (PP), ex ministro Portavoz y responsable sucesivamente de las carteras de Industria, Asuntos Exteriores y Ciencia, en su asalto al Palau de la Generalitat, ni su compañero de Gabinete Jaime Mayor Oreja (Interior) en su apuesta por la Lehendakaritza.
A Javier Arenas se le ha resistido la Junta hasta en tres ocasiones. De hecho, antes de ser nombrado por Aznar ministro de Trabajo ya lo había intentado dos veces. Después, en 2008, volvió a presentarse y se da por seguro que lo hará en 2012.
Juan Fernando López Aguilar (PSOE) dejó Justicia porque quería presidir Canarias y, aunque ganó las elecciones, CC y PP se aliaron para evitar que se sentara en el sillón presidencial.
El viaje contrario, de la comunidad al Consejo de Ministros, lo han hecho cinco líderes autonómicos, el primero de ellos el canario Jerónimo Saavedra, presidente intermitente del archipiélago que en 1993 se incorporó al Gobierno de González primero como ministro de Administraciones Públicas y después de Educación.
Desde la Comunidad Valenciana, que presidió tres legislaturas, viajó a Madrid el también socialista Joan Lerma para dirigir apenas un año el Ministerio de Administraciones Públicas.
Su sucesor en la Presidencia de la Comunidad, Eduardo Zaplana (PP), le siguió los pasos y también ocupó una cartera ministerial: la de Trabajo, que alternó con la Portavocía.
Juan José Lucas, del PP, condujo la Junta de Castilla y León diez años y en 2001 Aznar le pidió que se pusiera al frente del Ministerio de la Presidencia. Un año y medio después presidió el Senado. La otra Cámara, el Congreso, es el último cargo de José Bono, quien antes, y tras presidir Castilla-La Mancha más de dos décadas, había recalado en el Ministerio de Defensa.
Y un ejemplo que sirve para el viaje de ida y vuelta: el de Manuel Chaves. Ministro de Trabajo en el Gobierno socialista de Felipe González, fue designado candidato de su partido a la Junta de Andalucía, que ha gobernado 19 años consecutivos.
Durante la Semana Santa de 2009, para sorpresa de muchos, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, pensó en una persona con un gran recorrido autonómico para dirigir la política regional, sobre todo en un momento en el que el debate de la financiación autonómica enfrentaba a las comunidades.
Otro caso de doble dirección es el del mallorquín Jaume Matas, que llegó de rebote a la Presidencia balear en 1996 y en 2000 fue reclamado por Aznar para ocupar la cartera de Medio Ambiente y regresar triunfante en 2003 al gobierno autonómico.