Ocho años después del infructuoso asalto al poder pactado por Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo, esta vez los números sí daban. El 1 de abril de 2009 pesos pesados de PSE y PP -aunque no sus líderes- rubricaban en el Parlamento Vasco las Bases para el cambio democrático al servicio de la sociedad vasca, un documento que ya forma parte de la historia de la CAV y que desbancó al PNV del Gobierno Vasco después de tres décadas hegemónicas.

El visto de bueno de Ferraz y Génova a esta entente desbrozó el camino del pacto para que Patxi López asumiera las riendas del Ejecutivo autonómico y los populares se convirtieran en socio preferente y, por ende, en la clave de la acción de gobierno. La prueba más palpable de esta envidiable situación de la formación lideraba por Antonio Basagoiti se puso de manifiesto en la negociación de los Presupuestos autonómicos. El acuerdo de bases dejaba las puertas abiertas a puntos de encuentro con otros partidos. Pero tamizada la teoría en su traspaso a la práctica, cualquier aportación a las Cuentas de López debían contar con el visto bueno del PP, que brilló por su ausencia salvo en aisladas aportaciones técnicas de los jeltzales.

En el balance anual, el secretario general de los populares vascos, Iñaki Oyarzábal -uno de los firmantes del acuerdo- elogiaba ayer el "cambio tranquilo" experimentado a lo largo de este último año en Euskadi y dejaba caer la intención de su partido para que esta alianza "avance y se consolide". Y es que el PP no ha ocultado su estrategia en ningún momento. El pacto con los socialistas resulta rentable y su ampliación tras las elecciones municipales y forales -con la izquierda abertzale apartada de las urnas- no haría sino aumentar la presencia institucional de ambas formaciones y, de paso, intentar así el asalto a la Diputación alavesa para enterrar uno de los principales puntos de desencuentro tras la negativa del PSE a secundar una moción de censura contra el jeltzale Xabier Agirre.

Este mensaje no caracteriza el discurso socialista, al menos de forma tan explícita. Su valoración del "año del cambio" llegó ayer por boca del secretario general en Álava, Txarli Prieto, quien alabó la trayectoria de la alianza al constatar que se han cumplido los principales retos, como el nombramiento de López, la "estabilidad" parlamentaria que otorga la mayoría constitucionalista y la apuesta conjunta contra la crisis económica.

En este camino, varios han sido los puntos de desencuentro que en algún momento han marcado un supuesto riesgo de continuidad del pacto. Nada más lejos de la realidad. Las broncas -controladas- no han dañado una entente que desde su germinación tenía vocación de prolongarse al menos durante toda la legislatura. Así lo ratificaron los líderes de ambas bancadas y los hechos, un año más tarde, les dan la razón.

Es más, tanto López como Basagoiti animan a sus compañeros de partido para que importen la entente vasca a Madrid y sigan su ejemplo. Pero los adversarios, las razones y las motivaciones son otras allende las fronteras vascas. Hasta el punto de que Zapatero recurre al PNV para evitar el bloqueo de sus Cuentas a manos de los populares con una estrategia que supone un flaco favor para el lehendakari y cuestiona ante la opinión pública su peso en el partido.

Mientras, en Euskadi el cambio sigue su curso y las broncas contenidas sitúan a PSE y PP en la parrilla de salida electoral.