LA cambiante coloración del horizonte distrae a los voluntarios y a los amigos de Aminatu. En la distancia se distinguen los perfiles pelados de los montes cercanos, y sobre ellos los rojos, los azules y los amarillos retozan juntos durante unos minutos mágicos. En el interior del aeropuerto de Lanzarote se respira un silencio denso. Los amigos de Aminatu Haidar recogen mantas, carteles y posters de la activista mientras sus colaboradores más cercanos la cogen en brazos y la levantan para acomodarla luego en una silla de ruedas. Una disimulada mueca de dolor se posa en los labios de la activista saharaui que apenas puede mantenerse en pie. Le pesa el hambre y no puede disimular su debilidad física. Su ánimo, por el contrario, es envidiable. Se ha pasado el día atendiendo a visitantes, curiosos, amigos, colaboradores y representantes de distintas instituciones que se acercan cada día hasta el aeropuerto para mostrarle su cariño y su adhesión.

Los gritos de las mujeres saharauis -los famosos zaerites- inundan la sala y arropan a Aminatu en su traslado hasta el habitáculo en el que pasará la noche, un pequeño cuartucho en el que duerme acompañada de dos mujeres de confianza. Es mejor que estar a la intemperie, experiencia que vivió al principio, cuando arrancó este desigual conflicto. Después la dirección del aeropuerto Guacimeta acondicionó una oficina de la parada de autobuses turísticos, un cubículo modesto donde despliegan colchones y mantas para que Aminatu deje caer su cuerpo exhausto cada anochecer.

imágenes demoledoras Algunos de sus seguidores plantan cara al sueño visionando un impresionante documental sobre el Sahara que arranca en la Marcha Verde y concluye con la última intifada de 2005.

Pablo Vidal y Jordi Ferrer, autores del documental, se muestran satisfechos del trabajo. "Han sido cinco años de duro trabajo, pero creo que ha merecido la pena", declara henchido Pablo. "Hemos recibido subvenciones de Cataluña y Extremadura y ahora estamos promocionándolo". Una producción cuidada, testimonios desgarradores e imágenes inéditas del conflicto saharaui conforman esta película sobresaliente (www.elproblema.net). Los voluntarios no pueden contener gestos de sorpresa, de rabia, de tristeza. El documental es explícito, agrio, doloroso.

Los grupos de apoyo a Aminatu se turnan para vigilar el perímetro. No se fían. Después de la bronca del primer día permanecen alerta. La Guardia Civil los sacó del aeropuerto a rastras, a empujones, y tampoco se fían de Marruecos. Nunca se sabe. Duermen a dos pasos de la líder saharaui, unos en la sala de las máquinas de refrescos, otros pocos acurrucados dentro de sacos de dormir, a la intemperie.

No es fácil conciliar el sueño cuando sabes que una mujer de este calibre duerme a pocos metros de ti. Es como si todos pudieran sentir el pulso lento de Aminatu, como si su mirada los incitara en sueños. A las dos de la madrugada todo es silencio. Una puerta se abre y dos mujeres sacan a Aminatu en brazos y la llevan hasta los váteres. Regresa minutos más tarde, acompañada por sus inseparables colaboradoras. Es una mujer alta, y aunque camina algo torcida no puede disimular su esbeltez, una figura que vuelve a esconderse tras la puerta del cuartucho de la parada de autobuses, como si un fantasma disfrazado de beduina hubiera visitado de forma fugaz la lanzadera de autobuses.

Pulso de dignidad En Lanzarote el sol se despereza entre volcanes y se desparrama sobre la tierra yerma que rodea el aeropuerto de Guacimeta. Son las siete de la mañana y los voluntarios estiran músculos, apartan legañas y se aprestan a afrontar otro día de trabajo. Casi todos vuelven a subir a la primera planta del aeropuerto, donde varios jóvenes saharauis despliegan los carteles y las plataformas que anuncian la inminente presencia de alguien especial. Además, recogen firmas de adhesión. "Han firmado más de mil personas", informan.

Aminatu despierta tarde. Sigue cansada y cada vez se encuentra más débil. "Sólo toma agua y azúcar, y hace tres días que dejó de tomar sus medicinas. Tiene una úlcera pero ha decidido prescindir de ellas. No sé cómo va a acabar esto", sentencia uno de los voluntarios. La líder saharaui ha pasado la noche en compañía de Boi-tia, representante del Centro Robert F. Kennedy de Justicia y Derechos Humanos. "Estamos tratando de buscar una salida justa a este problema. Hemos acercado el tema al presidente Obama, sabemos que lo sabe y que es consciente de la injusticia que sufre Aminatu. Su situación es ilegal y les corresponde a España y a Marruecos solucionar este problema". Las palabras de Boi-tia son un bálsamo y calan hondo entre los colaboradores de la mujer saharaui. "La verdad es que la desgracia de Aminatu, la injusticia que está viviendo ha avivado la llama de un conflicto que estaba casi olvidado. Aunque poco a poco, los medios de comunicación se están preocupando por este tema y por el problema saharaui en general. Esperemos que todo acabe bien y que Aminatu pueda regresar a su tierra, el Sahara Occidental, pero lo curioso es que esta mujer ha hecho más en dos semanas por el conflicto que el Frente Polisario en veinte años", recalca el actor Guillermo Toledo, adalid de la causa saharaui.

Otra jornada de lucha A las doce del mediodía de ayer Aminatu retornaba al aeropuerto. Está más débil que el viernes. Los medios de comunicación la rodean, intentan abordarla, pero sus colaboradores crean un cordón de seguridad que no logra espantar a los periodistas. La cantante Cristina del Valle se acerca a la mujer, que no quiere recibir a nadie. Se forma un tumulto desordenado, un remolino de gentes. "No me dejan hablar con ella, ya lo veis", clama al cielo la ex cantante de Amistades Peligrosas. "Tú no eres nadie, deja en paz a Aminatu", le espetan desde el corrillo. "Que venga Moratinos, tú no pintas nada aquí".

Más tarde el ruido se apaga y los ánimos se aplacan. Las sensaciones no se saben, se viven, y el círculo que rodea a Aminatu es un torrente de sensaciones que, además, se contagian. Nadie quiere apartarse de ese cuerpo frágil que ayer apenas podía moverse. El viernes fue distinto, Aminatu se mostraba vital, cercana y corajuda, a pesar de que sus movimientos eran limitados. Se le cambiaba el paisaje de su mirada cada vez que un niño o una niña se acercaban en busca de un beso o un autógrafo. Su instinto materno brotaba entonces y sus pupilas se encendían, quizá pensando en los dos hijos que la esperan en su tierra, el Sahara Occidental. Su rostro pequeño, sus ojos prietos como dianas? Aminatu es la heroína sencilla de este belén improvisado que inunda la segunda planta del aeropuerto de Lanzarote, y su presencia no deja de ser algo mística, arrebatadoramente misteriosa. Además, el trasfondo de este pleito particular flota en el ambiente, un problema que se arrastra desde 1975, cuando España abandonó a sus conciudadanos saharauis, que entonces lo eran.

Aminatou se incorpora sobre su brazo izquierdo. Se queda recostada, en silencio. No necesita hablar, sus ojos lo dicen todo. De un negro profundo, esos ojos dibujan un mapa de sentimientos y de convicciones firmes que Aminatu está dispuesta a defender hasta el final.