ace ya unos cuantos años, pero muchos, justo al lado de nuestro amado templo del cortado mañanero, se ubicaba una de esas hueverías de las de antes en las que había producto hasta en la esquina más recóndita, y un ultramarinos donde encontrar desde el detergente hasta las latas de atún. Cuando algunos viejillos no habían llegado a la decimoséptima edad y se las daban de progres con lo de yo ayudo en casa, la estrategia pasaba por decir que se bajaba a comprar en uno de los dos sitios, o en ambos, aprovechando la circunstancia para hacer una visitica a nuestro querido escanciador de café y otras sustancias. Pero solo por saludar, que quede claro. Hace ya unos cuantos años, pero muchos, ambos espacios pasaron a mejor vida. Se los llevaron por delante los economatos y las grandes superficies, los cambios de hábitos, que muchos hijos e hijas de los viejillos se fueron del barrio y tantas otras cosas. Hoy, en estos tiempos de compra por internet, sería casi imposible imaginarlos abiertos. Las dos lonjas llevan vacías ni se sabe, más allá de que algún uso han tenido en este tiempo. Son dos de las varias que en la misma calle esperan un futuro que ya no llegará. Así que para los viejillos el bar se ha convertido en la aldea de Astérix y Obélix. Toca resistir a base, además, de pociones mágicas. l