o os voy a engañar. Las relaciones institucionales de España con Marruecos, la presencia de Brahim Ghali en Logroño y el reconocimiento o no del Sáhara Occidental como territorio marroquí me importan más bien poco. Lo que sí me preocupa es la seguridad de los ciudadanos de Ceuta y las imágenes que han dejado las oleadas migratorias a lo largo de esta semana. Cuando veo a miles de africanos -que ninguna culpa tienen de los desencuentros entre países- tragando agua, arena y arriesgándose, en definitiva, a perder su vida con tal de alcanzar territorio español, siento lástima y vergüenza a partes iguales. Lástima por motivos obvios y vergüenza al comprobar la banalidad de nuestras preocupaciones en comparación con las suyas. Mientras algunos son capaces de perder la vida por pisar el mismo suelo sobre el que nos hallamos en estos momentos, a nosotros nos preocupa no saber si podremos marcharnos de aquí en verano. Motivos de indignación como la ausencia de público en los eventos deportivos, la obligatoriedad de ponerse la mascarilla en exteriores o la imposibilidad de salir de fiesta por la noche deben sonar ridículos para alguien que está agonizando en la orilla. Preocupaciones del primer mundo, supongo.