reo que me toca escribir estas líneas siempre en el mismo punto del bucle coronavírico en el que estamos inmersos desde hace bastante más de un año. Y lo peor de todo es que ya no es una sensación. Es la realidad machacona, que me dice que padezco un déjà vuperenne, un punto de inflexión pautado, que precede a nuevas etapas que son calco de situaciones ya vividas y que, espero que entiendan este exabrupto, me tiene ya hasta los pelos de la coronilla, que les recuerdo luce huérfana de capilares desde que reinó Carolo. Supongo que esta forma de entender las consecuencias de la pandemia no solo me afectan a mí, que ya vivo en un sinvivir y no sé si voy o vengo, ni si podré salir o entrar dependiendo de no sé cuántas variables sanitarias, jurídicas, políticas, identitarias y sociales, todas ellas reforzadas con insistencia con el mensaje del responsable de turno que avisa de la llegada del apocalipsis zombi a la mínima. Y es que, señores gestores, por favor, dejen ya de tocar la moral al personal, que empieza a no interiorizar tanto mensaje, tanto cambio, tanta rectificación y tanta arenga contradictoria de los unos, de los otros y de los de más allá. Solo pido un poco de coherencia y un trato más humano con quienes tenemos que aguantar. Gracias.