l gusto por el poder y el dinero suelen venir siempre de la mano y raro es por tanto el perfil del ambicioso austero. Me viene a la cabeza algún ejemplo, pero lo normal es que quien medra a puñaladas se trabaje un plan de pensiones acorde con su ego para cuando, si no puede evitarlo, le arrebaten su juguete, sea este una multinacional, un país, una alcaldía o, en una escala más modesta, una asociación vecinal. También hay quien se acerca al poder solo para forrarse y no tiene mayor interés en manejar hilo alguno, pero suelen ser considerados seres menores en esos círculos. Basta con nutrirlos bien -aunque los hay que son realmente insaciables en sus apetitos- para dejarlos ahítos y desactivar cualquier tentación usurpadora. El dinero es por tanto solo un medio, no un fin, para estas personas que solo respetan a quienes temen, bien sea porque son tan cabrones como ellos -o ellas, en los escasos ejemplos de ruptura del techo de cristal en ese mundo de corbatas y audis blindados- o porque, desde una postura honesta, han sido capaces de escalar sin sherpas ni oxígeno hasta sus celestiales alturas. Da rabia que el mundo sea así, pero a veces las noticias nos dan al populacho el gustazo de ver a estos narcisistas, si no en el talego, al menos confinados en su casa con una pulsera telemática.