espués de dejarles solos durante unas semanas por aquello de tomarme el respiro vacacional correspondiente, me he encontrado a los viejillos de nuestro querido templo del cortado mañanero un tanto inquietos. Lo que está dando para unas cuantas conversaciones surrealistas es que dentro de los nuevos servicios que propone una peluquería cercana al bar se encuentra -por un módico precio- la realización de la depilación perianal a la clientela que así lo solicite. Claro, entre preguntas sobre cómo se hace la cosa y si hay que poner el culo en pompa mientras hay alguien cortándose el pelo (de la cabeza) o haciéndose unas mechas en otra parte del local, y reflexiones sesudas sobre la utilidad de la operación teniendo en cuenta la zona, llevamos unas jornadas en las que el café de primera hora está siendo una fiesta de luz y de color. Pero hay quien quiere mantener la cabeza fría y el discurso serio, argumentando que, por lo menos, los de la pelu se lo están currando para no cerrar, porque lo cierto es que en el barrio, la colección de lonjas vacías lleva tiempo siendo de preocupar. La crisis económica hizo bajar muchas persianas. Y el covid-19 va camino de ello. Así que hemos decidido entre todos que donde hay pelo, hay alegría, y donde hay depilación, también.