n nuestro amado templo del cortado mañanero da igual de qué deporte se trate. Si el que se juega algo es alavés, a los viejillos les importa poco si es fútbol, baloncesto, lucha libre, ciclismo o lo que toque. Cuando Maider Unda ganó medalla en Londres, aquello parecía un cónclave de expertos en el tema, por ejemplo. En resumidas cuentas, cualquier excusa es buena para intentar que nuestro querido escanciador de café y otras sustancias se pague una ronda gratis, aunque este último extremo suele ser complicado de negociar. Al final, siempre se termina poniendo bote y él, como mucho, saca unas aceitunas por la jeró. Esta vez, como la cosa está muy malita, el bar cerró sus puertas durante la final que ganó el Baskonia para evitar gente de fuera de la tribu. Solo algunos viejillos de la élite y el barman quedaron para ver el partido, echarse unos vinos y dar buena cuenta de un par de tortillas de patatas. Eso sí, y nos mandaron foto al resto para que hubiera pruebas gráficas, todos repartidos en mesas guardando las distancias, que los venerables no están para bromas. Como de costumbre, nadie se libró de pagar, aunque el huraño se invitó a los cafés post partido. Luego todos a casa felices y contentos al grito de ¡Aupa Baskonia!, que una alegría en estos tiempos no viene mal.