o sé si es efecto de la espiral rollo Nietzsche eterno retorno de las últimas elecciones generales, que algo supongo que sí; el efecto de esta maldita pandemia que nos ha puesto la vida patas arriba, o estas fechas estivales en las que el biorritmo lleva nuestras mentes a actividades más propias de chanclas y bermudas. El caso es que, como quien no quiere la cosa, esta medianoche entraremos en campaña electoral. Han cambiado mucho las campañas. Esta, de hecho, será diferente sin duda por el simple efecto de las restricciones que la pandemia impone, por ejemplo, a los actos de la agenda electoral. Los estudiosos de la cosa política, por ejemplo, analizarían el impacto histórico que en las campañas supuso la irrupción de las redes sociales: supongo que en las facultades hablarán de la primera campaña de Obama como a mi generación nos hablaban del debate televisado entre Nixon y Kennedy. Pero ¿se han parado a pensar en la evolución del merchandising político? Guardo en mi baúl de recuerdos incunables de campañas pretéritas: desde un yo-yo a lapiceros para colorear, algunos bolis y pegatinas y en plan milenial tengo hasta un pendrive. La crisis de 2008 y las nuevas tecnologías mermaron este apartado mercadotécnico. Creo que globos y caramelos aún sobreviven. ¿Habrá novedades en esta muy especial campaña?