Sigue la política de estas latitudes embarcada en su imparable y vertiginosa montaña rusa. Año nuevo, la vida sigue... Sí, pero no. Ayer, por fin, sí que sí, uno de esos días a los que a los plumillas nos gusta poner el apellido histórico. No nos entusiasmemos, histórico en esta modernidad nuestra de liquidez extrema es casi todo, es la relativización de los grandes conceptos. Pero un parrafito al menos sí que merecerá lo del primer Gobierno de coalición post 1978, así, como fórmula al menos. Volviendo al presente, con la aprobación de la investidura de Pedro Sánchez ayer se cierra el ciclo electoral abierto en San Prudencio de 2019. Qué lejos parece quedar aquel día, qué de cosas han ocurrido, qué de cambios en el paisaje político y qué sensación de pérdida de tiempo. Y aunque se lo llevará el viento levantado por esa imparable y vertiginosa montaña rusa y no quedará de ello sino el testimonio del diario de sesiones, una vez más, sus señorías -algunos de sus portavoces- han dejado en la sede de la representación ciudadana, en el lugar donde debieran imperar la palabra, la responsabilidad y el respeto, un nuevo derroche tabernario, evidenciando las dificultades que aún hoy algunos tienen para hacer honor con su comportamiento y su discurso, desde la lógica y deseable discrepancia y crítica, a los mínimos exigibles en una democracia.