Sí, aunque usted no se haya dado cuenta, entramos en diciembre, en el último mes del año, con todo lo que eso supone, aunque en el economato del barrio están vendiendo turrones desde el pasado 5 de octubre. Tengo fotos. Así que en esta vida que nos pilla a todo correr, es el momento de sacar hueco en la agenda, no ya para comprar, sino para rompernos la cabeza para ver qué le regalamos esta vez a todas esas personas que queremos o que pululan a nuestro alrededor, que no siempre las dos cosas coinciden. Toca ver si se repiten calendarios o si esta vez cambiamos y la cena de Nochebuena la hacemos en otro sitio porque en la comida de Navidad esta vez hay que acudir a la casa del primo segundo de la tía abuela. Habrá que descongelar en un momento dado los langostinos que alguien compró en verano, mientras soñamos con todo lo que vamos a hacer el 22 si nos toca, aunque sabemos que no va a pasar. Porque resulta que la época navideña ya no dura dos semanas. Ese límite temporal sólo queda para lo de ser buenos. Yo, eso sí, sólo espero que el tiempo pase rápido para conocer de cerca la chucheneta, esa novedad que podría ser homenaje a la niña de los shushes de Mariano y que nos hemos inventado en Vitoria para repartir caramelos. Cosas veredes, amigo Sancho.