ranscurridos los primeros cien días desde que, tras largos años de arduas y duras negociaciones, se materializara la desconexión entre la Unión Europea y el Reino Unido, el balance no puede calificarse más que de negativo para ambas partes, una consecuencia acrecentada sin duda por los efectos de la pandemia de covid-19. En el Reino Unido, tanto desde el punto de vista social -en muchos casos, con un profundo sentimiento entre la población de haber sido víctimas de un engaño- como económico y político, el brexit no ha generado beneficio alguno. El desplome del comercio en el canal de la Mancha y una histórica caída de las exportaciones británicas hacia la Unión Europea de hasta el 40% son indicativos de que, como era previsible aunque fue deliberadamente ocultado o minimizado, el divorcio supondría un perjuicio mutuo. Todo ello está generando frustración y preocupación tanto en la clase política como entre la población. Además, las tensiones entre Londres y Bruselas han aumentado de manera considerable. La gestión de la pandemia y, sobre todo, de las vacunas y su distribución ha venido a añadir más leña al fuego, con graves acusaciones mutuas, y con el añadido de que la farmacéutica AstraZeneca que produce los viales de Oxford incumplía sus compromisos de entrega de dosis a la UE en plena crisis pandémica mientras exportaba buena parte de ellas hacia las islas, donde Boris Johnson presumía de un envidiable plan de inmunización a su población. No es descartable que la tensión entre la Unión Europea y Reino Unido vaya en aumento. Johnson necesita un chivo expiatorio a quien culpar de la crisis económica y social y buscará diferenciarse aún más de la gestión que Bruselas y los estados miembro están realizando de la pandemia, que está resultando ciertamente muy mejorable y no está a la altura de lo que cabría esperar. Por otra parte, los graves disturbios que han tenido lugar la semana pasada en Belfast, donde grupos violentos unionistas han sembrado el caos en las calles, son, en parte, consecuencia también del brexit y de la imposición unilateral por parte de Londres de la frontera dura en Irlanda del Norte. En definitiva, el brexit está cumpliendo los peores augurios con su puesta en marcha, pese a los acuerdos in extremis que trataron de minimizar sus nefastos efectos a ambos lados del canal.