l tono bronco de la oposición se ha instalado en el Congreso y los debates que protagonizan asiduamente los portavoces de PP y Vox con los ministros del Gobierno de Pedro Sánchez, cuando no con él mismo, dejaron atrás cualquier atisbo no ya de respeto sino de mera utilidad para los administrados. El cruce de descalificaciones y frases hechas es profundamente decepcionante en una situación en la que la sociedad demanda una altura de miras de la que carecen buena parte de sus representantes políticos. Hoy por hoy, la pandemia que azota a media Europa es en el Estado español un mero instrumento de la más estéril estrategia de desgaste parlamentario que no hace sino enrocar a su vez al Ejecutivo de Pedro Sánchez en una trinchera que van cavando con igual afición los cuatro principales partidos de ámbito estatal. La oportunidad de estar por encima del mero tacticismo político se ha perdido ya por parte de PP y Vox, de quienes solo se está recibiendo una estrategia de división, señalamiento y siembra de la duda y la descalificación a la vez que demandan unas certezas que no son capaces de ofrecer ellos mismos en los ámbitos en los que han alcanzado responsabilidades de gobierno. Ante esta situación, resulta incomprensible qué más indicios necesita la coalición de gobierno que se dice progresista y para concluir que su única fortaleza reside, ahora mismo, en la capacidad de suscitar consensos entre las fuerzas que les abrieron la puerta del Gobierno con la investidura de Sánchez. Ayer mismo, el decreto que busca permitir la activación de la justicia en condiciones de protección y adaptación al escenario de pandemia solo pudo ser convalidado a través del apoyo de PNV y ERC, cuyo sentido de estado y conciencia de necesidad puso en evidencia a los de Pablo Casado, que se opusieron a una iniciativa cuyas medidas contaron en su momento con el aval de su especialista en la materia, Enrique López. La lectura de esta situación, cada vez más reiterada, debería animar a Sánchez a actuar en consecuencia, entender que la sostenibilidad de su Gobierno no está en el mando único sino en el reconocimiento de la importancia de las fuerzas soberanistas mayoritarias en sus ámbitos territoriales. Ser consecuente con una realidad que ni siquiera la excepcionalidad del mmento ha tumbado: la estabilidad la aporta el reconocimiento de la diversidad, no los modelos homogeneizadores.