la UAGN, Unión de Agricultores y Ganaderos de Navarra, le costó un minuto apuntarse a los lapidadores de Alberto Garzón por sus palabras sobre la carne española producida en macrogranjas. Qué sorpresa. A estas horas, nadie que se haya querido enterar medianamente desconoce que el ministro de Consumo no había puesto la ganadería del Estado en el punto de mira, sino una determinada modalidad, la intensiva, caracterizada por sus altos efectos contaminantes, el maltrato animal y la dudosa calidad de sus productos. Nada que ver con la ganadería extensiva, en la que trabaja la gran mayoría de los ganaderos navarros. Por si acaso, el otro sindicato agrario de la Comunidad Foral, EHNE, especialmente fuerte, por cierto, entre los ganaderos navarros, no ha hecho manifestación alguna al respecto.

El pequeño detalle fue obviado ayer por Javier Esparza en el Parlamento Foral cuando atribuyó ayer a la UAGN la representación única de los mismos. En consonancia con este sindicato y con la campaña iniciada a nivel de Estado por el PP, el portavoz de Navarra Suma pedía que la Cámara foral exigiera al Gobierno de Sánchez el cese del ministro al entender que sus declaraciones habían causado "un perjuicio irreparable a la imagen de Navarra -¿cómor?- y del sector ganadero y cárnico en el exterior".

La propuesta no llegó a ser aprobada al votar en contra todos los grupos, incluido el PSN. El dato no es baladí, habida cuenta del nulo apoyo recibido por el líder de IU por parte de sus compañeros socialistas de gabinete y el propio Sánchez. No han faltado incluso barones socialistas entre las voces que han pedido la defenestración del ministro. Ya no sabes si todo esto es efecto del progresivo encallamiento del debate político o de la defensa de un modelo productivo nefasto para el campo y para los que consumimos sus productos. Quizás las dos cosas.