arlos Lesmes lleva más de mil días como presidente interino del Consejo General del Poder Judicial y despidiéndose entre tres o cuatro veces desde que caducó su mandato allá por diciembre del año 2018. No había ni pandemia, así que imagínense si se está haciendo largo y si no ha habido tiempo para renovarlo. El presidente y todo el Consejo va para su tercera Navidad pendiente de la renovación del órgano, sin ninguna intención de romper el bloqueo marchándose por sí mismo y además repartiendo culpas. Algunas más que otras y urgiendo tanto a PP como al Gobierno de coalición a que acaben con una anomalía democrática que él se empeña en perpetuar manteniéndola estancada. La última apertura judicial ya no sonó ni a despedida, Lesmes, sin citar a su íntimo PP, reprochó las excusas peregrinas para el bloqueo: los comunistas gobernando, la candidatura del juez de Prada que redactó la sentencia de la Gürtel y, ahora, la forma de elección de los magistrados. Entre el PP y el Gobierno la casa judicial permanece sin barrer mientras Lesmes juega a ese incómodo confort de estar en funciones y repartiendo responsabilidades, al PP por sus coartaditas y guerras de fondo y al Gobierno de estar incumpliendo la Constitución. Pero el bloqueo sigue y los mil y un días de Lesmes ya son como un gran día de la marmota encarnado en todas estas aperturas del año judicial, con el CGPJ eternamente en interinidad pero sin ser sospechoso de nada cuando el PP gobierna, ahí donde siempre se renueva con soltura mientras está bloqueado cuando los populares gripan en la oposición. Y en el medio, Lesmes que habló esta semana de renovar el órgano de gobierno de los jueces como deber que no puede subordinarse a razones de oportunidad política. Sería oportuno que dimitiera, forzar así la elección y poner fin a un bloqueo que solo pretende mantener determinadas cuotas.